Las alertas sobre intenciones de ETA han tratado unas veces de provocar movimientos de los terroristas y otras justamente lo contrario, que no se movieran. En todos los casos, los responsables antiterroristas contaban con información que les permitió desarrollar operaciones que se movían en el campo de la guerra psicológica.
La alerta lanzada por Alfredo Pérez Rubalcaba sobre la posibilidad de que ETA pudiera hacer un secuestro ha provocado polémica y críticas al ministro del Interior. El presidente del Gobierno le apoyó indicando que el aviso se encuadraba dentro de la estrategia antiterrorista. La experiencia muestra que los responsables de la lucha contra ETA han utilizado la difusión de mensajes interesados para condicionar los movimientos de los etarras y, además, lo han hecho con éxito.
Este tipo de alertas se han empleado unas veces tratando de provocar movimientos de los terroristas y otras, justamente para lo contrario, buscando que no se movieran. En todos los casos, los responsables antiterroristas contaban con información que les permitió desarrollar operaciones que se movían en el campo de la guerra psicológica.
En 1989, en plenas conversaciones de Argel, la Guardia Civil localizó en Guipúzcoa al comando Eibar, pero se evitó detenerlo para no provocar tensiones con ETA y que pusiera fin a la tregua que mantenía en aquel momento. Los etarras, que estaban sometidos a vigilancia continua sin que se percataran de ello, decidieron regresar a Francia, pero los responsables policiales no estaban dispuestos a permitirlo. Así que el día que los etarras intentaron viajar, la Guardia Civil estableció aparatosos y mediáticos controles en las carreteras que hicieron que el comando diera media vuelta.
En el segundo intento, el Ministerio del Interior español pidió la colaboración de las autoridades francesas para una operación de diversión. Una patrulla de la PAF, formada por media docena de agentes, se dejó fotografiar patrullando la frontera. La imagen apareció al día siguiente en todos los diarios junto a informaciones que hablaban del establecimiento de un dispositivo de vigilancia a lo largo de la frontera. En realidad, los únicos agentes movilizados fueron los que salían en la foto y su despliegue duró lo que la presencia de las cámaras. Sin embargo, la imagen transmitida por los medios contribuyó a que los etarras creyeran la existencia de los controles y no se movieran. Cuando se acabó la tregua seguían ocultos en sus pisos francos y pudieron ser detenidos.
En enero de 1987, Interior recurrió a filtrar información para provocar lo contrario: que el comando Madrid de ETA, encabezado por Iñaki de Juana Chaos, se moviera. Se difundió que habría una inminente operación antiterrorista en la capital española, lo que provocó que los etarras decidieran abandonar la ciudad y darse a la fuga. El primer paso fue reunirse en un piso, pasar la noche todos juntos y marcharse de Madrid al día siguiente. Sin embargo, el piso elegido estaba controlado por la Policía que, al ver a todos los etarras reunidos, asaltó la vivienda y desarticuló la célula terrorista más peligrosa que tenía la banda en ese momento.
En 1992 la filtración de otra información sobre los planes de ETA provocó la huida de la célula etarra que tenía que llevarlos a cabo. Se trataba del comando Askatu, un grupo formado en Guipúzcoa por etarras no fichados al que la dirección de la banda le había encargado organizar la fuga de varios etarras que se encontraban en la cárcel de Ocaña. El comando pasó varios meses planificando cómo ejecutar el plan: se trasladaron a Madrid, inspeccionaron los exteriores de la cárcel y hasta sopesaron secuestrar un helicóptero…
Ese marzo, desde el Ministerio del Interior se dio a conocer a algunos medios que una célula de ETA estaba preparando una fuga de presos. La aparición de estas informaciones en prensa provocó que los miembros de Askatu se reunieran y decidieran esconderse. Abandonaron Guipúzcoa y se desplazaron hasta una vivienda de Vizcaya para ocultarse temporalmente. El plan de huida no sirvió de nada porque la Guardia Civil mantenía controlada a la célula y capturó a sus miembros.
A menudo, los responsables de Interior difunden en los medios fotografías de etarras que pueden estar encuadrados en los comandos realizando atentados. Esa operación busca, por un lado, conseguir información procedente de los ciudadanos que puedan reconocer a los etarras y, por otro, forzar la huida de los terroristas por la inseguridad que provoca el saber que han sido identificados. Eso ocurrió, por ejemplo, en 1987, a raíz del atentado de Hipercor, cuando la Policía identificó a Rafael Caride Simón como uno de los autores de la masacre y difundió su fotografía. Provocó que la dirección de ETA le hiciera salir enseguida de Barcelona y regresar a Francia para no poner en peligro al resto del comando autor del atentado.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 3/1/2010