JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 15/11/15
· Ahora se ve en toda la amplitud la estupidez de Bush hijo al invadir Irak y destruir el frágil equilibrio del Oriente Medio.
Si quedaba alguna duda de que el yihadismo ha declarado la guerra a Occidente, su, por ahora, último atentando en París las ha despejado. Nos golpearán allí donde puedan, siempre que puedan, con la mayor fuerza posible, sin respetar ninguna de las normas de paz o de guerra. Es verdad que también atacan a los musulmanes que no comparten su versión estricta del islam. Pero saben que su verdadero enemigo es Occidente. Se dan cuenta de que nuestro estilo de vida, nuestras libertades y nivel de desarrollo representan la mayor amenaza para su concepción restringida, dogmática y misógina de la existencia, por lo que tienen que derrotarnos, demostrar que son más fuertes, más duros, más resistentes, mejores, en fin, que nosotros, con todas nuestras riquezas, ejércitos y arsenales.
Como armas tienen sólo la fe y las que arrebatan a los ejércitos árabes que derrotan, más las que compran en el mercado negro con el dinero y el petróleo de los territorios que conquistan. Pero la fe hace milagros, como muestra la historia, con victorias de desarrapados contra poderosos imperios, la del cristianismo entre ellas. En este caso, su ejército en la sombra son los jóvenes musulmanes que viven, y algunos han nacido, en sociedades occidentales que les segregan o creen que les segrega. A los soldados de Estado Islámico que combaten en distintos países del Oriente Medio es relativamente fácil contenerlos e incluso hacerlos retroceder con las tropas locales apoyadas por los cazabombarderos más modernos, dotados de los más sofisticados medios de detección, como están haciendo los rusos y los norteamericanos.
Pero a los jóvenes musulmanes de ambos sexos que han nacido o crecido en los arrabales de París, de Londres, de Berlín, de Roma, de Madrid o de cualquier otra ciudad europea, sintiéndose extraños en ella, ¿cómo se les detiene si una mala noche, o día, deciden obedecer una llamada profética y, provistos de un kalashnikov o de cualquier otro rifle de asalto, meterse en un local concurrido y matar a cuantos encuentren por delante antes de que le maten a él o a ella? Pues ni siquiera la reinstauración de la pena de muerte bastaría para disuadirlos. No se puede detener a alguien dispuesto a morir por su causa. En pocas palabras: nadie en Europa está hoy seguro y todas las medidas que nuestras autoridades hagan para protegernos serán pocas.
Ahora se ve en toda la amplitud la estupidez de Bush hijo al invadir Irak y destruir el frágil equilibrio del Oriente Medio y el infantilismo de la progresía europea al saludar la «primavera árabe» como un triunfo occidental. Con líderes políticos e intelectuales tan cortos se explica que salir a un concierto o a cenar pueda costarnos la vida. Hay que hablar claro, señores y señoras: nos encontramos en una guerra sin cuartel, ya medio perdida, al tener el enemigo dentro de casa. La casa de la que alguno quiere marcharse y vivir a la intemperie. ¿Cabe mayor arrogancia y necedad?
JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 15/11/15