JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 25/11/15
· Esta es una guerra no sólo contra los occidentales, sino contra los musulmanes que no aceptan las normas más estrictas del islam.
Qué es la guerra lo sabemos: la última ratio, el postrer recurso para resolver un conflicto sin solución. Su objetivo lo señaló el más prestigioso de sus teóricos, Karl von Clausewitz: destruir al enemigo.
Qué es la paz ya resulta más difícil, al existir muchas clases de paz; algunas de ellas se confunden con el silencio e incluso con los cementerios. Pero sin duda son más racionales y beneficiosas para el género humano y, en general, podemos definir la paz como lo contrario de la guerra: solucionar los conflictos a través del diálogo, la negociación y el compromiso.
Vienen estas consideraciones a propósito de la polémica surgida en Occidente en torno al conflicto con EI, ISIS o Daesh, que todos esos nombre tiene. Sostiene la izquierda que no debemos llamarlo guerra porque eso significa darle categoría de Estado, aumentando así su prestigio y el número de seguidores. Responden otros, entre los que me cuento, que, nos guste o no, la realidad es que los yihadistas nos han declarado la guerra; además, indiscriminada y sin cuartel.
Les paso la alocución que, en septiembre de 2014, dirigió a los musulmanes en países occidentales Abu Mohamed al-Adam, portavoz de Estado Islámico y lugarteniente de Abu Bark al Bagdadi, máximo líder del «califato»: «Si puedes, mata a un infiel, americano o europeo, especialmente a los despreciables y sucios franceses, a un australiano o canadiense. Encomiéndate a Alá, mátalo de cualquier forma y modo posible, sin pedir consejo a nadie». Algo que han seguido al pie de la letra.
¿Es esto guerra o no, señores progresistas? ¿Nos niegan el derecho a la legítima defensa o tienen que asesinar a unos cuantos de los suyos (cosa que muy posiblemente ya ha ocurrido entre las víctimas de los atentados en diversas ciudades) para que reaccionen, como ocurrió con los asesinatos de ETA?
Esta es una guerra, no importa su denominación. Una guerra no sólo contra nosotros, los occidentales, sino especialmente contra los musulmanes que no aceptan las normas más estrictas del islam, que constituyen hasta el momento el mayor número de víctimas. Que Occidente haya cometido errores en esta batalla no es excusa para que sigamos cometiéndolos. Y el primero de ellos es no llamar a las cosas por su nombre por razones ideológicas o por motivos políticos. El multiculturalismo está muy bien, pero siempre que lo reconozcan y practiquen todos. En el momento que se hace mono-cultural, empieza a ser peligroso y, como la experiencia histórica nos advierte, termina siendo una amenaza para todos los demás.
Ocurre algo parecido con el nacionalismo, que empieza con un agradable sentimiento de pertenencia y acaba con la exclusión de los otros, hasta el punto de terminar considerándolos superfluos, prescindibles. ¿O es que lo hemos olvidado?
Al parecer, sí. Y es que, si la derecha no aprende de los errores ajenos, la izquierda ni siquiera aprende de los propios. Lo estamos viendo en España cada día.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 25/11/15