Ibarretxe chapotea en el charco de sangre de Joseba, ofreciéndonos a los que estamos en la lista, la esperanza de seguir con vida a cambio de someternos a su plan
La primera vez que escuché algo parecido a chapapote fue en una frase que comentó José Antonio Aguiriano, que acababa de escuchar a Mario Onaindia en la radio: «En Euskadi hay demasiada gente que chapotea en la sangre de los asesinados». Aguiriano estaba favorablemente impresionado por la crudeza de lo dicho por Onaindia.
El día de la manifestación en Zarautz contra el atentado a Gorka Landaburu salí del ezkertoki con Joseba Pagazaurtundua a hacer el recorrido. Durante el último congreso del PSE salimos varias veces a la calle, cansados de perder tantas votaciones. En el mitin de ¡Basta Ya! en el pabellón de la Casilla estaba en la puerta y me corroe el sentimiento de haber hablado muy poco con él. Fue la última vez que vi a Joseba vivo. Trabajar en lo que trabajaba, bajo la dirección de un alcalde de Batasuna gracias a la connivencia del resto de los nacionalistas, le daba muchos boletos en esta rifa del asesinato. Era una muerte con bastante de anunciada; y por eso su comportamiento tiene mucho de heroico, porque él sí sabía que le tenían ganas y por qué. No tenían ninguna causa contra él; es que no se amedrentaba.
Sale el lehendakari con voz compungida, semblante serio, hablando con el pico de la boca, diciendo a ETA que desaparezca, atreviéndose a recordar la manifestación convocada por él en Bilbao y en la que lo único que se demostró, con los únicos gritos que se oyeron, es el inmenso odio que tienen los nacionalistas a ¡Basta ya! Y termina el lehendakari su rutinaria condena del asesinato reclamando diálogo para resolver la situación, convirtiéndose en vicario de la violencia presente. «El uso de la violencia evidencia el fracaso de las personas para utilizar otras vías de resolución de los problemas», dice, llamándonos fracasados y brindándonos su Plan para resolverla, en un momento de enorme conmoción.
No nos hace falta que nos llegue el chapapote desde el Cantábrico, Ibarretxe chapotea en el charco de sangre de Joseba Pagazaurtundua, sobre el dolor, el miedo y la desmoralización de los allegados. Reclama diálogo a los que nunca han dejado de practicarlo, solicita diálogo para colocar su Plan en ese momento dramático. Con diálogo no habrá más muertos, viene a sugerir a personas que están en la misma lista de Joseba y que nunca han dejado de dialogar; y si no se dialoga tendremos que sufrir esto. Confunde así diálogo con sumisión. Chapapote negro, chapapote de la más perversa lógica chantajista, chapapote que se extiende por la calle ante la indiferencia de la gente. No en vano, según sus palabras, vivimos en un país ilusionante. Que se lo pregunten a la viuda de Pagaza, a sus hijos, a su hermana Maite, a sus amigos. Sólo la insolidaridad, el miedo, la falta de caridad cristiana o piedad pagana pueden convertir en ilusionante este país fratricida. Y no es cierto, como argumenta un concejal del PNV para justificar que la alcaldía de Andoain siga en manos de Batasuna, que siempre se ha respetado la lista más votada: los nacionalistas hicieron esto a partir de Pacto de Estella, por lo cual éste pervive con estas criminales consecuencias.
Resulta más perversa la postura de Ibarretxe que la inmisericorde abstención de los cuatros concejales de Batasuna en el pleno de Andoain. Me explico de nuevo, porque es serio lo que estoy diciendo. El lehendakari, tras condenar a ETA y lamentar el asesinato, obviando llamar a la resistencia a la ciudadanía, hace una apelación al diálogo y llama al resto fracasados. Con este llamamiento al diálogo parece que acusa de responsables de la situación, y por tanto del asesinato, a los que no quieren dialogar sobre su Plan o con los terroristas. Y al llamar al diálogo ante una muerte, sacraliza sus palabras, sacraliza su solución; él mismo se hace sacerdote para plantearnos un plan que es un increíble disparate, pero que la muerte violenta lo hace aparecer como creíble.
Utiliza la muerte de un inocente y convierte el temor en un elemento de coacción para que, sin reflexión racional, aceptemos su proyecto soberanista. Hace útil la violencia de ETA para sus fines políticos. Mirad la muerte, ved lo que os espera si no hay diálogo, la ilusión está en mi Plan. Ni San Ignacio hubiera sido tan retorcido. Y funciona. Menos mal que los Pagazaurtundua sacan fuerzas de flaqueza y no quieren la presencia de tan ilustres fulleros.
Eduardo Uriarte Romero, EL PAÍS / PAÍS VASCO, 14/2/2003