Gurkas en el Peñón

ABC 04/04/17
IGNACIO CAMACHO

· El populismo rescata el imaginario de las Malvinas para consumo de «hooligans» nostálgicos de grandeza histórica

GRAN Bretaña es el país de los gentlemen pero también de los hooligans. Lamentablemente estos últimos son más numerosos y en los últimos tiempos, Brexit mediante, tienden a hacerse notar en todos los órdenes de la vida. Se trata de un asunto de consecuencias perniciosas; el hooliganismo los ha sacado de la Unión Europea y no tardará en envilecerles la convivencia mediante la diseminación del virus populista. En la opinión pública del Reino Unido está germinando esa clase de semilla demagógica que primero florece en la prédica de tribunos oportunistas y acaba por contaminar los ámbitos más nobles y serios de la política.

De momento el contagio ya ha atrapado a un tipo de apariencia sosegada como el honorable Michael Howard, barón Howard de Lympne y antiguo líder de la oposición conservadora, autor de esa enormidad bélica que vislumbraba a los gurkas defendiendo Gibraltar, machete en mano, del asedio de unas fantásticas hordas españolas. Ya veía el hombre a la Royal Navy en aguas de Trafalgar entre un fragor de cañones y marciales arengas de esperanza y gloria. El imaginario de las Malvinas al servicio de una mitología de la agitación para consumo de tabloides nostálgicos de grandeza histórica.

Ésta es la típica materia prima del populismo zafio, sólo que enarbolada por un tipo de reputación respetable. Tóxicas emociones primarias destinadas a excitar mentalidades vulgares. Desmesuras fantasmagóricas para esconder la propia incompetencia en un revoltijo pasional de invenciones y posverdades. Ha sido el Gobierno británico el que se olvidó de su colonia en su prolijo pliego de salida de la UE, repleto de cláusulas y detalles. La elusión ha dejado a los llanitos sumidos en una orfandad alarmante y para subsanarla sale un histrión a evocar delirios imperiales. La clientela de esta charlatanería de pub cervecero se traga sin pestañear el órdago a la grande, ajena a la indiferencia que el asunto del Peñón produce en España fuera de los despachos gubernamentales: la de una pintoresca reliquia diplomática incapaz de estimular la mínima atención de la calle.

Claro que mientras Howard desparramaba quimeras colonialistas, el ministro español de Exteriores metía la pata al sugerir una actitud complaciente ante el rebrote de secesión en Escocia. Ningún Gobierno con problemas similares se adentraría con esa imprudencia en aguas tan tempestuosas. Entre unos y otros han liado un incidente de mutua hostilidad en un momento que requiere templanza de fondo y delicadeza de formas. En estos líos sólo ganan los ventajistas, como demuestra la alborozada reacción del tal Picardo, jefe del estrafalario Gabinete de la Roca.

Conviene un poco de seriedad entre tanto rapto de demagogia. Y de paso una reflexión sobre cómo el malsano efluvio populista convierte a un ilustrado caballero inglés en un míster Roper presumiendo de músculo ante su señora.