Hablando de treguas

Cuando el aire huele a negociación, ETA ha solido acumular fuerzas, léase cadáveres, para pesar más en la balanza. Y ahí es donde el proceso se caería con todo el equipo, porque se entiende mal que una sociedad que está ya harta de violencia pudiera soportar un muerto más.

Otegi sabe que hay un conflicto aunque ETB no lo sepa. Cuando la cadena pública vasca reprodujo las declaraciones del arúspice de los submundos de la violencia, omitió precisamente la parte en que Otegi decía que seguimos en conflicto, tal vez para preservarle la parte de buen chico que tiene cuando vota por la mitad a favor del plan Ibarretxe. En cambio, cuando ETB entrevistó al lehendakari en el prime time, no le importó que el presidente de todos los vascos hablara del conflicto y de que incluso relacionase la paz (¿de qué guerra?) con la puesta en marcha de su plan, todo ello subliminalmente, por la vía de unir las dos cosas cuando mencionaba una u otra.

Gracias a eso volvimos a enterarnos de que la centralidad vasca está con el plan mientras que los extremos, presentados por nuestro presidente como equivalentes, los ocupan PP-PSOE y Batasuna. También supimos que no hay nadie mejor que él, nuestro Juan José, ni gentes más ingratas que Zapatero y Rajoy, pues no aceptan la mano que él les tiende para negociar. ¿De qué más nos enteramos? ¡Ah, sí!, de que el plan Ibarretxe ha sido aprobado por la mayoría absoluta del Parlamento vasco, o sea, por la mayoría absoluta de la sociedad vasca, sin que al lehendakari le tiemble el pulso al decirlo, ya que no se le pasa por la cabeza que con eso está afirmando que los vascos y las vascas ya han decidido, por lo que sobraría la consulta. Además de insistir en su mantra orwelliano habitual -hay que trabajar-, nos advirtió que el plan -su plan- tiene fecha de caducidad -valdría para 25 ó 30 años- y nos soltó uno de sus disparates favoritos: la ley no legaliza, legaliza el pueblo a través de su voluntad, para regocijo seguramente del Otegi que no tiene quién le escriba.

Pero ETA puso su bomba, una bomba que pudo hacer mucho daño ya que avisó con poco tiempo y mal. ¿Para qué la puso? Seguramente para mandarle al lehendakari el mensajito de por dónde se pasa el plan, pero también para dejar constancia de que sigue existiendo -o sea, que hay conflicto, como anunció Otegi- y de que hay que contar con ella cuando se trate de hablar, aunque sea con Arnaldo. ¿Tregua? ETA pagó con mucho desgaste la última, por lo que no parece que pudiera estar dispuesta a otra, y más cuando se halla más desgastada que cuando convocó aquélla. No, al menos, para facilitarle sólo una salida a Batasuna -que se está jugando también el ser o no ser, por la vía del colapso económico y político que conlleva su ilegalización- y seguramente tampoco para cambiar únicamente armas por presos. Quizá convocara una para juntar todo eso y algo más, la salida que el Estado daría a sus militantes en activo. En una palabra, ETA sólo podría plantearse una tregua que tuviera visos de ser definitiva.

¿Está la situación madura para eso? Si hay que hacer caso al momento desesperado por los que pasan ella y sus satélites, sí. Pero otra cosa es que ocurra. Para empezar, la aceptación dentro de la banda tendría que ser unánime. Y, en segundo lugar, se debe tener en cuenta que está en la naturaleza de ETA, como en la del escorpión, picar. Cuando el aire huele a negociación, ETA ha solido acumular fuerzas, léase cadáveres, para pesar más en la balanza. Y ahí es donde el proceso se caería con todo el equipo, porque se entiende mal que una sociedad que está ya harta de violencia pudiera soportar un muerto más.

Por otra parte, tampoco podría mantener una situación de atentados incruentos indefinidamente sin que le costara nada. Porque, no sé si se habrán fijado, llevamos demasiado tiempo sin que se produzcan detenciones. Puede que se trate de una casualidad, pero algunos están viendo en ello un signo de los tiempos, vaya, que se está cociendo algo. Como quiera que sea la cosa, tendrá que resolverse ya porque a Otegi le empieza a faltar tiempo para volverse legal o poner en pie unas candidaturas blancas capaces de burlar la voluntad vasca, digo la ley.

Ya lo dijo Ibarretxe el otro día en ETB: «El apetito viene comiendo».

Javier Mina, EL PAÍS/PAÍS VASCO, 24/1/2005