ÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • El ninguneo de Biden no es solo un desplante a Sánchez sino a España

La gente es muy mala. La foto de Sánchez en mangas de camisa haciendo como que se conectaba en su despacho con las élites del poder internacional para explicarles cómo resolver en un santiamén la crisis ucraniana ha generado cientos de memes en los que nuestro hombre en La Moncloa sale hablando con la tintorería, con el teléfono de la esperanza o con la interlocutora de una línea caliente a la que amenaza con enviarle sus misiles, como si hablara con Putin en persona. Esta última posibilidad, la de que no estuviera conversando con nadie de fuste, sino monologando, hablando solo, me parece la más sugerente. Me ha recordado a una vecina mía que hablaba por la calle con el transistor, como si fuera un móvil, para hacerse la ocupada. Me ha recordado el verso de Machado -«Quien habla solo espera hablar con Dios un día»- y también a una canción de Marta Sánchez de los años 90: «Hablando solos,/ hablando sin parar…/ Son jóvenes y viejos,/ la soledad no tiene edad».

Aunque haya una derecha a la que le parecen bienvenidos todos los agravios y castigos que sufra Sánchez en sus carnes, la verdad es que hay algo de injusto en que sea precisamente Joe Biden quien se los esté propinando cuando es interminable la lista de las cursiladas de la corrección política, las memeces buenistas y las extravagancias presentistas de nuestra izquierda que coinciden con las del Partido Demócrata estadounidense si no tienen en éste su origen directamente. Así es de incongruente y populista el actual debate público en nuestro país. Los mismos que hace dos días consideraban a Biden un peligroso izquierdista y un personaje «lamentable» por criticar la obra de la hispanidad en América, ahora nos lo presentan como la encarnación de la sensatez política y una indiscutible autoridad moral en la geoestrategia internacional: «¡Cómo todo un presidente de Estados Unidos va a contar, para hablar de Ucrania, con el jefe de un Gobierno de izquierdas!». Una lectura algo más coherente obligaría a nuestros populistas de derechas a ver en la desafección demócrata al sanchismo una derrota aún más sonada que la que hoy están interpretando. No es «¡cómo se va a fiar Biden de Sánchez!» sino «¡de Sánchez no se fía ni Biden!». Como les obligaría a lamentar ese ninguneo que no es sólo un desplante a Sánchez sino a España.

Sí. Tiene algo de patética esa imagen de la soledad de Sánchez sosteniendo un teléfono por el que da igual con quién hable. Si querían hacer propaganda con ella, esa foto es la expresión gráfica de su fracaso y su caída, por lo que tiene de numantina. En realidad, la propia teoría de la resiliencia que nos ha vendido es viejo y rancio numantismo carpetovetónico de toda la vida.