Rubén Arranz-Vozpópuli

Hay un componente demasiado abundante en la sociedad de la información. Es el ruido, el alboroto… el impacto. Las notificaciones del teléfono móvil, las alertas informativas, los tuits incendiarios y los rebuznos por ‘audio’ de WhatsApp. En una habitación llena de individuos que gritan, quien llama la atención es aquel que guarda silencio. El resto de mensajes se mezclan y pierden efectividad. El equipo de Isabel Díaz Ayuso lo entendió bien en mitad de la campaña de 2021. Frente a la agitación, las navajas ensangrentadas y las balas metidas en sobres, su estrategia de comunicación fue la de ensalzar las bondades de Madrid y de sus habitantes. Así ganó… o así perdieron.

Han pasado más de dos años desde entonces y parece que el PSOE está dispuesto a reeditar la estrategia de la confrontación que tan buen resultado le dio en mayo de 2021 (PP, 65 escaños, PSOE, 24)- Quizás porque así piensan en Ferraz que se zamparán los votos de Podemos, donde Pablo Iglesias -que sigue siendo el rey- grita y despotrica cada día desde Canal R(e)d, donde se ha refugiado ante la evidencia de que ya no tiene opciones de asaltar los cielos. O quizás en el equipo de los socialistas consideran que con ese ruido conseguirán movilizar a su electorado, al transmitirle el pánico a «las ultraderechas». La de Santiago Abascal y la de Alberto Núñez Feijóo.

Por eso en estos días atrás, tras hacer oficial la convocatoria de elecciones generales, las redes sociales del PSOE han endurecido el tono y han comenzado a atacar al rival con la sutileza con la que un gorrino comería un menú degustación. Al primero que pusieron en la diana fue a Borja Semper, quien hasta hace poco representaba la ‘derecha pacífica, moderada y dialogante’, pero que desde su nombramiento en Génova ha pasado a ser considerado como un cómplice de la corrupción de la derecha. En Ferraz, le situaron el otro día en la cabecera de un vídeo que denunciaba las mentiras del PP, entre imágenes de Bárcenas y derivados.

¿Usted domina el inglés?

Mención especial también merece el ataque que recibió Núñez Feijóo por no hablar inglés. Lo hizo a través de un vídeo que estaba acompañado de la música con la que Toneti salía al escenario. El político gallego aparecía en el documento mientras lo entrevistaba Ana Rosa Quintana, y, tras ser preguntado por la periodista, reconocía su desconocimiento de ese idioma. Después, aparecía un rótulo que decía: «Hablar inglés es imprescindible»; y, al final, se mostraba a Pedro Sánchez, el presidente, el angloparlante… preparado para conversar en ese idioma con cualquiera que le retara a ello. Fuera un doctor en Oxford o un cockney.

Podría decirse que se desprende cierto clasismo de esta afirmación, al igual que aquella que pronunció Sánchez el lunes, en la que venía a decir que el voto de un empresario vale igual que el de un camionero, Su lógica no es muy diferente, en esencia, a la de todos esos memos que atacan a Irene Montero por haber sido cajera de supermercado, haciendo énfasis en esa profesión. Imbéciles hay en todos los lados y todas esas apelaciones a la autoridad son propias de país en vías de desarrollo, en el que se asigna un mayor respeto y reconocimiento a quien tiene mando en plaza que al resto de los mortales; y se intuyen mejores valores a quien porta traje o bata blanca que a quien no lo hace. Partido Socialista… pero clasista. Que quede claro.

En cualquier caso, aquí la cuestión es diferente. Lo que sucede en este caso es que en Ferraz han concluido que la mejor forma de ganar las próximas elecciones es la confrontación directa con el Partido Popular, de ahí que sus propagandistas hayan comenzado a lanzar soflamas incendiarias que tienen el mismo espíritu que el conocido vídeo del bulldog. Quieren conquistar el voto de izquierda y movilizar a su electorado mediante la guerra, y ya se sabe que en el campo de batalla vale todo, de ahí que incluso hayan acusado al PP en estos días atrás de incentivar el trabajo infantil.

Una estrategia destinada al fracaso

Siempre que la crítica alcanza un determinado nivel, el relato se vuelve paródico. Le ocurre a los partidos, pero también a los medios de comunicación que se radicalizan y, sin darse cuenta, terminan por ser un divertimento para los adversarios, dado que nadie se los toma en serio.

Convendría no avisar al PSOE de este error hasta después de las elecciones, dado que con la estrategia de atemorizar sobre el enemigo y situarlo a la altura de una ‘cucaracha’, lo único que conseguirá -previsiblemente- será la movilización de sus adversarios. Del votante conservador que se iba a quedar en casa el próximo 23 de julio, pero que acudirá a las urnas para desalojar de Moncloa a quienes dedican su jornada laboral a faltarle el respeto. A decir que se equivoca con su sufragio, que es una gota de agua de la ola reaccionaria que barrerá el país; y que blanquea el fascismo.

Sería interesante saber también cuál es la opinión del votante moderado del PSOE que observe estos días el tono guerracivilista de los mensajes que lanza su partido. ¿De veras ese elector va a apoyar la deriva de los socialistas de Sánchez? ¿O quizás tras tener constancia de todas estas aberraciones decida abstenerse? Y, por otra parte, ¿acaso en Ferraz piensan que van a conseguir la movilización de un espacio político tan (relativamente) reducido, como es el de la izquierda radical, llamando al electorado a las barricadas? Cuesta mucho pensarlo.

Pero es que, además, las redes sociales son burbujas con mucha menos influencia sobre el conjunto de la sociedad de la que creen los spin doctors de los partidos y los vende-burras digitales. Twitter lo es. Por fortuna, su debate suele quedar entre sus participantes, que no son tantos como parece, y que suelen confundir a los analistas, dado que el ruido que emiten les impide escuchar a quienes hablan en un tono más bajo o a quienes deciden callar para no recibir la réplica de los activistas soporíferos.

Una pesadísima influencer analizaba así el otro día la victoria de Díaz Ayuso: «Lo de Madrid es como cuando tu amiga se tira semanas hablando fatal de su ex y al final vuelve con él». Mi amiga Teresa Gómez le respondía con una inteligencia abrumadora. «No, lo de Madrid es cuando sois diez amigas en un grupo y sólo hablan dos. Parece que lo que ellas dicen es lo que piensa todo el grupo, pero cuando hacéis una encuesta de WhatsApp se te cae la venda».

Por eso mismo fracasará la estrategia del PSOE. Porque detrás del ruido de la sociedad mediática todavía hay silencios muy reveladores… de personas que también votan. Por fortuna.