Del Blog de Santiago González

Transcurrida una semana desde el 8-M, los miembros del Gobierno podrían repetir con Neruda, “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. Recuerden la entrevista que le hizo a Carmen Calvo la directora de ‘El Socialista’ en vísperas del Día de la Mujer. Y Carmen Calvo, preguntada qué diría a una mujer indecisa entre sumarse o no a la manifestación, dio su razón: “le va la vida en ello”.

Seguramente la vicepresidenta no sabía lo mucho que se aproximaba a la realidad. Ya nadie tiene la menor duda de que el Gobierno incurrió en una imprudencia extraordinaria al alentar e impulsar las manifestaciones que se multiplicaron en España, 55 de ellas solamente en Madrid. Dos ministras  dieron positivo en el test del Covid-19 que les fue practicado: la de Igualdad, Irene Montero y la de Política Territorial, Carolina Darias, a pesar de que la primera encabezaba la manifestación de Unidas-Podemos y la segunda estaba en la cabecera de la que abría Carmen Calvo. Agarraban la misma pancarta el ministro del Interior, la de Educación, la de Exteriores, la ya citada Calvo, la mujer del presidente del Gobierno, Nadia Calviño y la infectada Darias.

Miren por dónde, la señora Danvers del Manderley  sanchista, Begoña Gómez, también ha dado positivo después de haber participado con mucho brío, gritando: “¡Madrid será la tumba del fascismo!” una consigna guerracivilista del otoño de 1936, pero que ella seguramente ha copiado de Podemos. Contaba Joaquín Leguina que el 14 de abril de 2019 se encontró de sopetón con una manifestación de no muchos participantes con banderas republicanas y dos gritos principales: “¡Mañana, España, será republicana!” y “¡Madrid será la tumba del fascismo!” No está terminado aún el censo de los contagiados y no se descarta que siga aumentando. Begoña se contagió en la mani. Decía Pilar Diz en un tuit que seguro que no la había contagiado ningún compañero de trabajo

Fernando Simón director del Centro de Coordinación, estuvo cumbre  al señalar que no había motivo para cancelar la convocatoria, ya que era de alcance nacional y no se preveía la asistencia masiva de personas extranjeras y por lo tanto descartaba el riesgo, rematando: “si mi hijo me pregunta si puede ir le voy a decir que haga lo que quiera”.

Había que explicar la razón de que no hubiese motivo alguno para la alarma en domingo y el lunes fuera un volteo de campanas. Para explicarlo estaba el ministro de Sanidad, Salvador Illa, que el martes, 10, explicaba la razón por la que se habían autorizado las convocatorias: “El cambio de la situación e impacto del coronavirus en España se produjo el domingo al anochecer. La situación del lunes no es la misma que la del domingo o que la del sábado.”

El 8-M fue una ocasión privilegiada para el contagio. No solo para el Gobierno y aledaños. También para Vox, que celebró un mitin de casi 9.000 personas y en el que se contagiaron varios dirigentes: Ortega Smith, Santiago Abascal y Macarena Olona, entre otros. Hay que señalar en su favor el factor arrepentimiento que les llevó a pedir perdón, y en su contra, la majadería de su paciente cero, el primero de los citados: “mis anticuerpos españoles luchan  contra los malditos virus chinos hasta derrotarlos”, con un sentido de la épica a medio camino entre Roberto Alcázar y el Guerrero del Antifaz.

Seis días después del 8-M el Gobierno celebraba un Consejo de Ministros extraordinario para decretar el Estado de Alarma. En realidad, Pedro Sánchez se constituyó a sí mismo y a su Gobierno en estado de alarma en el mismo día de su investidura, el 7 de enero. El CM fue extraordinaria e injustificadamente largo. Pablo Iglesias violó la cuarentena que él mismo  se había impuesto al conocer el positivo de su mujer y Pedro Sánchez tampoco se la aplicó a sí mismo. Mintieron para justificarlo, como es norma de la casa, al alegar que no se habían podido implantar medidas telemáticas. El viernes pasado comparecía Sánchez para anunciar que al día siguiente tendría lugar el Consejo que decretaría el Estado de Alarma. El Mundo llevaba en su portada una foto de Sánchez comunicándose con los suyos por videoconferencia. Uno de ellos, Pablo Iglesias. Ayer repitió videoconferencia con los autonómicos. O sea.