EL CORREO 26/09/13
CARMELO BARRIO
Los jeltzales han decidido, definitivamente, dar los pasos para superar la realidad política que surge de la interpretación constitucional de los derechos históricos vascos
Lo más grave del acuerdo firmado el pasado día 16 de septiembre entre los nacionalistas y los socialistas vascos no está en el propio texto de lo pactado. Y eso que abundan los efectos negativos –subida de impuestos–, los olvidos –infraestructuras en Álava– y las incertidumbres –oscura revisión de la arquitectura institucional vasca–. El acuerdo supone una antesala de desarme foral.
El comienzo de la actual legislatura de Urkullu se ha caracterizado por dos posiciones en relación con las actitudes escénicas y políticas de progresivo debilitamiento de nuestra identidad foral e institucional. En primer lugar se ha materializado un pacto ‘ad hoc’ entre Bildu, socialistas y UPyD, que ha tenido su reflejo en distintos discursos y posicionamientos parlamentarios, en el que estos protagonistas políticos han descalificado nuestro sistema institucional de una u otra manera. Los tres partidos dan por superado el nexo de unión más fuerte que aglutina a los vascos, la foralidad, y esa actitud, irresponsable pero decidida, hoy constituye la mayoría parlamentaria.
La segunda posición la marca la situación de debilidad –pero también de oportunidad– del PNV. El acuerdo firmado con los socialistas supone la antesala del desarme foral. La pretendida superación de la Ley de Territorios Históricos, piedra angular de nuestro sistema institucional, y la distorsionante ubicación en el Parlamento vasco de una materia, la fiscal, que escapa a sus competencias y que está perfectamente residenciada en las Juntas Generales y Diputaciones de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, hacen que debamos considerar que los jeltzales han decidido, definitivamente, dar los pasos para superar la realidad política que surge de la interpretación constitucional de los derechos históricos vascos.
Es decir, estamos en la antesala no solo del desarme foral, sino del plan soberanista que tratará así, con esa cuestión preliminar, de corregir y enmendar los errores que tuvieron los anteriores. El plan Ardanza o los planes Ibarretxe no encontraron los aliados para esa desarticulación institucional vasca previa, elemento esencial para buscar, después, el ámbito superador en términos nacionalistas.
La realidad política en el País Vasco es muy distinta a la de Cataluña. Allí el órdago se puede plantear directamente, contra la Constitución y ya está. Imposible pero más sencillo de escenificar. En nuestra tierra la cosa tiene más dificultad. La foralidad es un filtro de constitucionalidad y de unión a España. Y antes de plantear un desafío secesionista o independentista hay que destejer el manto que nos abriga en España además del constitucional.
Y hoy los nacionalistas han encontrado esos aliados que les ayudarán a iniciar el proceso de desarticulación de nuestra tradición política esencial e histórica. Los socialistas están, una vez más, dispuestos a la creación de incertidumbres. Como en Cataluña, donde han contribuido a generar, en los últimos años, un ámbito de filonacionalismo y de actitudes superadoras del pacto constitucional, aquí van a provocar los mismos efectos contribuyendo a despejar la cuestión previa. Esto es descargar de fuerza política a Juntas Generales y Diputaciones, modificar a tal efecto la Ley de Territorios Históricos y convertir a Parlamento vasco y Gobierno vasco en un factor neocentralista y distorsionador de nuestra realidad institucional.
Lógicamente, para quien firma estas líneas, esas apuestas, y más que eso esas actitudes, no fortalecerán a Euskadi. Sin foralidad no hay vínculo político vasco. Lo habrá cultural o económico, pero de la misma manera que lo habrá también, como siempre, con la Rioja, Navarra o Burgos. Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, sin Concierto, sin instituciones forales y sin materialización política de los derechos históricos vascos serán Álava, Vizcaya y Guipúzcoa de otra manera. Desde luego Álava, como poco, seguirá apostando por la articulación foral pero también deberá superar el desafío al que PNV y Bildu-Sortu, con la inestimable ayuda que el PSE parece dispuesto a ofrecer, van a promover.
Las palabras del diputado general de Álava en su última intervención en Juntas Generales, en el pleno de política general, son una referencia de dónde estamos y dónde no queremos estar. Javier de Andrés dijo que «vamos a seguir defendiendo la foralidad y lo haremos por distintas cuestiones; es lo que distingue nuestra autonomía de las demás. Tenemos una justificación histórica. Es un acuerdo entre vascos. Y es, también, un acuerdo entre los vascos y el resto de los españoles».
En una frase corta ha descrito la grandeza de nuestro sistema institucional foral y ha quedado claro que lo contrario sería diluirnos en un neocentralismo vasco, sin justificación histórica, que no será un acuerdo entre vascos –Álava no participará, seguro– y que, sin duda, nos alejaría de España, para sumergirnos en las incertidumbre del futuro y pretendido ‘nuevo status’ –y ahí Álava, como mínimo, tampoco jugará.