Hambre

DAVID GISTAU-EL MUNDO

SE NOTA que la derecha se ha apoderado de Madrid porque, de repente, la ciudad vuelve a estar llena de niños famélicos que malviven en campamentos como los de los okies de Steinbeck. Si no fuera por la espesa contaminación radiactiva que también ha vuelto con la derecha, veríamos buitres volando en círculo sobre los desharrapados de esta ciudad que suplica la organización de un We Are The World por parte de Bob Geldof.

Los niños famélicos son 197.000 –dos Bernabéus y medio– según el cálculo modesto de Ángel Gabilondo. Y eso que Gabilondo pasaba por ser el personaje docto y cabal que servía de contrapeso a los delirios demagógicos de esa otra izquierda madrileña –Serra, Errejón– que, durante el debate de investidura, dio muestras de cuál es su concepción totalitaria al decir que la educación pública sirve para salvar a los niños de sus propios padres cuando éstos manejan ideas erróneas –o sea, cuando son de derechas– y garantizar que les sea inoculada la doctrina del Estado. Estoy deseando entregar mis hijos a estos muchachos de la columna montonera para que me los devuelvan convertidos en perfectos jóvenes pioneros revolucionarios, a la manera cubana. Quiero la casa llena de Eliancitos, de Errejoncines predicando a las visitas el núcleo irradiador.

Una vez desposeída Carmena y fracasado el asalto del Palacio de Invierno de Sol, Madrid ya no tiene como prioridad la utopía pastoral que nos iba a entregar un edén rousoniano y que iba a sembrar huertas hasta en los techos de los buses de la EMT. Qué felices éramos en aquellos tiempos en los que a nadie le dolía un solo niño hambriento ni un solo desahucio. Estábamos curados. Nos abrazábamos por la calle, leíamos versos impresos en el asfalto sesentayochista –sobre los adoquines está la poesía– cuando había que esperar para cruzar. Pero el tremendismo obliga a igualar la llegada de la derecha con la caída de una plaga bíblica que en este caso, y como cuando Dios se enojó con el faraón, alude a la muerte de los primogénitos: 197.000.

Esto nos trae recuerdos de cuando Podemos no era de izquierda ni de derecha, sino de abajo. Y, para crear el ambiente de alarma social adecuado para revertir lo que había, el periodismo humano convirtió el programa de Ferreras en una leprosería en la que eran exhibidos por turno los desheredados de la Tierra. Ojo, que en algunos barrios refieren ya brotes de peste bubónica.