Con la política territorial en manos de Madrid, con Andalucía como eje de la política económica, y una base gallega muy sólida despega el equipo de Núñez Feijóo al mando de la nueva etapa del PP. Aclamado por la totalidad de los asistentes al congreso de su partido, el nuevo presidente de los populares ha visto en los suyos hambre de liderazgo, después de la convulsión sufrida y resuelta en tiempo récord. En un momento muy crítico en nuestro país, de estancamiento, de polarización y fragmentación política, con tanta incertidumbre económica, no solo los afiliados del PP sino los votantes de centro derecha necesitan ver un rumbo claro en la alternativa de gobierno.
Núñez Feijóo, con sus cuatro mayorías absolutas y su pragmatismo reformista, se hace cargo del timón con un Sánchez chamuscado y un país a la expectativa. En su discurso de aclamación (genérico en lo político y de enraizadas convicciones filosóficas) el nuevo presidente popular, al contrario de Casado en su breve mandato de 1.320 días, no se distanció del pasado del partido sino que reivindicó con solemnidad a sus antecesores Aznar y Rajoy que, al fin y al cabo, lograron mayorías absolutas.
Tiene a gala decir que es previsible. Pero se equivocarán, seguramente, quienes piensen que Feijóo es la continuidad de Rajoy. Su estilo no es vibrante ni agitador. Pero da confianza y solidez. Falta lo más importante: conocer su proyecto. Tendrá que pasar de las musas al teatro y concretar el significado del ejercicio de una oposición rigurosa y pactista, de templanza y mano dura.
El congreso de Sevilla ha restañado las heridas. Casado ya es historia. Después de sus ‘idus’ de febrero ha tenido un final del que no puede sentirse orgulloso. Plagado de intrigas que solo demostraban su inseguridad ante el liderazgo de Díaz Ayuso. Lo curioso es que se va sin saber por qué ha tenido que apartarse.
La vía libre de Feijóo para que Madrid celebre su proceso de elección interna (la base del enfrentamiento entre Ayuso y los defenestrados Casado y García Egea) avala el nuevo ciclo. Pero Feijóo tiene que concretar su rumbo. No solo el de gestión, también el ideológico. Su mano tendida a Sánchez no tiene por qué levantar suspicacias si mantiene sus líneas rojas. Pero se mantiene la guardia alta entre quienes no vieron con buenos ojos en su discurso tanto halago a los sindicatos. Uno de los retos que le aguardan es la reunificación del centro derecha siendo consciente de que su intento de repescar votos en la izquierda desencantada puede remover los cimientos de sus seguidores y acabar beneficiando al partido de Abascal.
El votante de centro derecha liberal, después del estilo tecnócrata de Rajoy y de los ‘volantazos’ de Casado, necesita certezas ideológicas. Un proyecto claro basado en la libertad individual, la separación de poderes, la defensa de la libertad de enseñanza sin adoctrinamiento, la iniciativa privada, la moderación fiscal. Fue Ayuso quien frenó a Vox en Madrid y no Casado con sus ataques personales a Abascal. No parece que Feijóo vaya a emprender batallas ideológicas culturales, que es el estilo de la presidenta de Madrid que tan bien le funcionó en las urnas. Pero la tendrá muy cerca.