Roberto Lertxundi-El Correo
- Si se establece el chantaje como método de trabajo y el oscurantismo hacia el público, el Gobierno caerá. No importa cuánto tiempo esté, sino para qué
Depende de quién conteste a la pregunta. Los hay que aseguran que durará todo lo que se proponga porque es capaz de vender a Dios y su madre a cambio del poder. También habrá quien proclame que es una marioneta en manos de pequeños partidos antiespañoles. Y que, por lo tanto, le dejarán caer cuando lo estimen oportuno. Y habrá, también, quienes piensen que sus objetivos son políticos, que tienen que ver con los problemas de la gente y con los del conjunto del país. Y que, en la medida en que los vaya alcanzando, Pedro Sánchez conseguirá el respaldo de la mayoría de la ciudadanía.
Yo creo que la respuesta adecuada mezcla un poco de todo. Tener el poder es importante (recuerden aquella entrevista con Giulio Andreotti, el viejo zorro de la Democracia Cristiana italiana, y su respuesta al comentario «señor Andreotti, es cierto que el poder desgasta, ¿verdad?». «Cierto, sobre todo al que no lo tiene»). Es, sin duda, un equilibrio muy complicado. A los socios del Gobierno (los hay leales y los hay puramente oportunistas) se les debe exigir seriedad, que en ningún caso la aritmética parlamentaria se convierta en un objetivo en sí misma.
La crisis que provocó el independentismo catalán, en tiempos de gobiernos del PP, fue bestial, extraordinariamente potente. Y resolver esa situación llevará su tiempo, su negociación. Hoy por hoy los ‘indepes’ han perdido la iniciativa en un escenario donde juegan un papel muy relevante el PSC y el PSOE. Las propuestas independentistas, en su mayoría, se han desactivado. Pero alcanzar una situación estable, y no digamos ya una propuesta de futuro compartida, requiere diálogo y negociación, sin ceder nunca en lo fundamental, con objetivos transparentes. Y para eso hace falta inteligencia, flexibilidad y mucha tenacidad.
Y hace falta política. Hay una sociedad que tiene que avanzar, consolidar derechos; sentir que el Gobierno, siéndolo de toda la población, les representa, les protege, les ampara, les ayuda a vivir mejor.
Nuestro mundo contemporáneo es convulso, turbulento, sin líderes indiscutibles… Cómo añoramos a Adenauer, De Gasperi, De Gaulle, los herederos de Churchill; e, incluso en casa, a líderes de finales de los 70 como Suárez, González, Fraga, Carrillo, Ajuriaguerra, Tarradellas… Gente con criterio y carisma, con credibilidad, a menudo más allá de su círculo cercano.
En ese escenario, también el papel de Pedro Sánchez es fundamental. Crece su liderazgo entre los políticos actuales. Ha sido el único que, cara a cara, ha criticado a Netanyahu las políticas genocidas contra los palestinos, más allá de reconocer el derecho a defenderse del terrorismo de Hamás. Lo hizo en su papel de presidente de turno de la UE, marcando directrices que otros han abandonado. Lo ha vuelto a hacer en la cumbre de Davos. Está adquiriendo unas características de liderazgo en el ámbito del centro-izquierda internacional.
España es un país muy complicado. Con una gran fuerza centrífuga y una evidente atomización de la representación política, que nos obliga al pacto y la negociación constantes. La democracia es así. Vivimos en un periodo poco tendente al acuerdo. El impulso de la Constitucion del 78 se ha debilitado -la inmensa mayoría de los españoles no la ha votado porque no tenía edad- y el peso de la Transición ha ido disminuyendo. Nuestro país todavía (¡casi 50 años después de la muerte de Franco!) descansa sobre los resultados de una Guerra Civil que no hemos sido capaces de amortizar. El golpe ‘indepe’ catalán es la última manifestación de esa dinámica.
Que España no vuelva a perder el tren de la Historia. Tuvimos la explosión de libertad de la II República, ahogada tan rápidamente, y la Transición de los años 70 y la integración en la UE nos dan la solvencia de una democracia consolidada.
Es un momento clave. No va a ser fácil que este Gobierno no fracase, que pueda caminar hacia sus objetivos, que se creen las condiciones para que PP y PSOE vuelvan a la senda del acuerdo desde la discrepancia, que haga de Vox y sus políticas -también de su estilo- una pura anécdota. El mundo, perplejo ante situaciones de cambio, vira hacia la ultraderecha, Donald Trump se presentará el próximo noviembre con todas las posibilidades. Si Pedro Sánchez y su Gobierno de coalición son capaces de plantear objetivos colectivos y de sumar fuerzas para su consecución, bienvenidos sean, durarán tiempo, tendremos Sánchez para rato. Por el contrario, si se establece el chantaje como método de trabajo, y el oscurantismo hacia el público, se acortarán los plazos y el Ejecutivo caerá, resista lo que se resista.
Gobierno, sí. No importa hasta cuándo, sino para qué.