IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL SORREO

Mis amigos y conocidos me recriminan con frecuencia el pesimismo que contienen mis comentarios realizados a lo largo de esta pandemia que no cesa. Un amable lector llegó a asegurar incluso, en un comentario incorporado en la edición digital del periódico, que me había hecho muy viejo y por eso estaba tan negativo. Con la definición no puedo estar más de acuerdo, con la razón… bastante menos.

Fíjese en las cifras que publicamos hoy. En 2020 la economía vasca perdió 1.436 empresas, el peor dato desde hace ocho años. El PIB cayó un 9,5%, superando las peores previsiones. Visto en dinero, eso supone una pérdida de 7.000 millones de actividad. Como consecuencia de ello, el empleo se desplomó un 8,1% y 1.348 autónomos desaparecieron de la actividad. Los ERTE han conseguido paliar los efectos sociales de esta deriva, aunque se han recuperado solo el 56% de las personas que se refugiaron en el sistema entre marzo y abril del pasado ejercicio. El resto está ‘pendiente de destino’. En números serían 80.000 los empleos realmente perdidos, que tras la actuación de los ERTE se han reducido a 25.700. Por su parte, los antes llamados concursos de acreedores aumentaron en el tercer trimestre un 24%, si bien en el acumulado de los nueve primeros meses bajaron un 17%. Claro que ello no fue debido a la ausencia de candidatos, sino al cierre laboral de los juzgados, lo que templa mucho el entusiasmo.

Bueno, pues eso. Ahora tome usted todos esos ingredientes, mézclelos bien, póngalos al fuego y cocine con ellos un comentario suculento, positivo y esperanzador. Para hacerlo, le recomiendo que se aleje de la realidad y se refugie en los deseos, que también podemos llamar previsiones. Ahí, como es gratis, las cosas se ven mucho mejor y el rosa de la esperanza desplaza al negro de la certeza.

El propio Gobierno vasco le proporciona la base. Espera que el PIB se comporte mejor en 2021 al subir un 8,4%. Sin duda eso es bueno, pero no se le ocurra restar esos puntos de subida esperada a los 9,5 de bajada observada, pues se equivocaría dado que la base de cálculo ha cambiado. Es decir, en el mejor de los supuestos, terminaremos el año en curso peor de lo que terminamos el 2019. Y eso si la pandemia evoluciona satisfactoriamente y no sigue arruinando el consumo de viajes, comercio y restauración. De momento, ya puede contar con la certeza de que el primer trimestre va a ser claramente peor que el primero del pasado año, pues tuvo dos meses y medio de la ‘antigua normalidad’ y solo 15 días de la ‘nueva’. Así que ánimo, que todo está bien y todo va a ir mejor. Por mi parte, le prometo edulcorar todos mis comentarios, hasta el borde de la mentira…