Ignacio Camacho-ABC

  • Pese a la triple prueba de fuerza de Iglesias, aún hay almas cándidas que sueñan con que Sánchez rebaje su influencia

Sánchez quería a Ciudadanos en la mayoría aprobatoria de los Presupuestos. Le convenía presentarlos en Bruselas con el respaldo de un partido liberal que disipara recelos, y no acababa de fiarse de que ERC no le dejara tirado en el último momento. De hecho ha mantenido abierta la negociación durante semanas, con Arrimadas bordeando -y traspasando a veces- la línea de la humillación con tal de abrirse un hueco. Pero la prioridad era Esquerra, y no sólo porque Pablo Iglesias la había impuesto; el independentismo aseguraba un resultado más cómodo y además hay un tripartito en juego a la vuelta de las elecciones catalanas de febrero. De lo que se trataba era, pues, de que Cs picara el anzuelo. Y a punto ha estado de hacerlo de no ser por el demarraje final del jefe de Podemos y su porfía para expulsar a los naranjas y conseguir que el presidente diera el visto bueno a la presencia de Otegui en el acuerdo. El bloque Frankenstein consolidado como alianza de Gobierno: punto para Iglesias en el casillero.

Al líder rupturista le pareció poco. Olfateó la oportunidad de asentar su influencia armando con ERC y Bildu una coalición paralela que le permitiese tener un pie en el Ejecutivo y otro fuera, a la cabeza de un sindicato de 53 diputados de extrema izquierda. Luego hizo algo insólito para poner su ascendiente a prueba: corregir su propia ley presupuestaria con una enmienda. Los ministros socialistas ofrecieron cierta resistencia. Sánchez volvió a ceder. Dos a cero a favor de la nueva correlación de fuerzas. Y como no hay dos sin tres, a los pocos días se presentó la ocasión de redondear el «hat trick» con otro apretón de tuercas. Moncloa quiso compensar a los suyos dejando al vicepresidente al margen de la comisión de control de la ayuda europea. Un par de horas duró el envite, lo que tardó Iglesias en darle la vuelta, obligar a la portavoz Montero a hacer un papelón ante la prensa y dejar claro que a él no se le puentea porque tiene línea directa con el centro de poder donde se decide la estrategia.

Aun después de esta exhibición quedan en la Corte espíritus cándidos capaces de esperar del sanchismo un giro moderado. Sostienen estas almas de cántaro que una vez asegurado el mandato, Su Persona se caerá del caballo y emprenderá un rumbo pragmático con mayor autonomía respecto a sus aliados. La misma vana esperanza, inmune al desengaño, que alentaba el sueño de unos pactos patrióticos con el constitucionalismo democrático. El mismo ingenuo desiderátum que resiste la evidencia de su terco fracaso y se niega a admitir que es el presidente el que ampara y promueve el modelo contrario: el del PSOE como tractor ocasional de una confluencia de enemigos del Estado unidos por el rechazo a la derecha como reclamo. Aunque ya no se sepa quién remolca a quién en ese viaje insensato que sigue la aciaga trayectoria del viejo frentepopulismo republicano.