Ignacio Marco-Gardoqui-EL CORREO

El ministro de Industria planeó ayer sobre la industria. Lo hizo a una altura tan elevada que resulta imposible mostrar el mínimo desacuerdo con su discurso. Para que hubiese sido completo solo le faltó resaltar la inconveniencia de fumar, la necesidad de moderar la ingesta de las grasas saturadas y lo saludable que es el ejercicio físico moderado. Aseguró que el de EL CORREO era el primer foro al que asistía en su calidad de ministro. Teniendo en cuenta que lleva ya cuatro meses en el cargo, no sé si tan extraña situación es consecuencia del escaso interés que suscitan hoy los temas industriales o del escaso interés que suscitan sus intervenciones. Cualquier de las dos alternativas me parecen alarmantes.

Como es natural, metidos de lleno en la zambra preelectoral, el colectivo de los políticos estuvo mejor representado entre el público que el de los empresarios de la industria, que tuvo ausencias sonoras. Otro dato para la preocupación: los fondos Next Generation se aprobaron en julio de 2020 y para España se autorizaron 140.000 millones entre subvenciones y préstamos. Bueno, pues casi cuatro años después reveló que la industria vasca tiene adjudicados 358 millones.

Claro que los fondos europeos se ocupan de otras materias además de la industria y contemplan ayudas para toda España, pero ¿no es un poco decepcionante que se hayan adjudicado tan solo el 0,25% del total? Suena a muy poco, ¿no? Máxime cuando adjudicación no es sinónimo de ejecución.

Anunció una nueva ley de Industria que contemple la defensa de las capacidades industriales, el apoyo a los proyectos estratégicos, la simplificación de todos los procesos administrativos, la mejora de la gobernanza pública y una mayor ligazón entre ciencia e industria. Todo perfecto, grandes ideas. Quedamos a la espera de su concreción legislativa. Quedó claro, pues insistió varias veces en ello, que es un firme partidario de la inversión, pero se escabulló con habilidad cuando se le preguntó por el efecto disuasorio que ejercen las medidas fiscales aprobadas para sectores como el energético o el bancario.

También mostró sus innegables virtudes dialécticas cuando se le pidió su opinión sobre el conflicto que enfrenta a Iberdrola y Repsol. Fue una pregunta malvada. La vicepresidenta Ribera se mostró a favor de la primera, pero el acto estaba patrocinado por la segunda. Una difícil coyuntura, incluso para un político de su elevada estatura y dilatada trayectoria.

De Cataluña, claro, se escapó raudo y veloz. Estaba en Bilbao y le habría leído a Pradales…