Hermann Tertsch: «Podemos es una dinámica de odio»

Entrevista a HERMANN TERTSCH – LIBERTAD DIGITAL – 27/07/15

Hermann Tertsch
Hermann Tertsch

· Es, quizás, uno de los españoles con la legión de odiadores más creciente del momento. Casi todos dan el tipo de licenciados por la facultad de Políticas de la Complutense (o por la de Periodismo, que total…) y son muy activos en Twitter, donde Tertsch los saca de sus casillas por su negativa a acunarlos con la tontería esa de que son la generación mejor preparada de la Historia.

Su pelea diaria con ellos es cuento viejo y data de más atrás del 15-M, en concreto, de los tiempos en que nuestro entrevistado era subdirector de El País y los jóvenes turcos del periódico lo freían con denuncias anónimas por desviacionismo y casi le montaban escraches a la puerta de su despacho. Eran los airados hijos de ZP, ayer redivivos en las acampadas de la Puerta del Sol y hoy en los círculos viciosos y podemitas. A todos ellos parece dedicarles Tertsch su último libro, Días de ira, y una reciente colección de crónicas del acabose sobre el terreno.

-Gonzalo Altozano: Sus informaciones desde Grecia han tenido poco o nada que ver con las del resto de enviados especiales.

-Hermann Tertsch: Porque el periodismo de ahora es un periodismo de tribu. Los periodistas españoles que andaban por Atenas lo hacían en manada. Todos jugaban a ser Cintora o Escolar (Prescolar, como lo llaman). ¡Cuánto sentimentalismo barato! De pronto, todos tenemos que llorar. Y el que no llore, que le corten la cabeza. Es el arma de la ternura.

-G.A: Desde luego, era de los pocos cronistas que no parecía ligar su suerte a la de la juventud griega.

-H.T: He visitado barrios enteros de jóvenes que parecían salidos de la facultad de Políticas de la Complutense. Todos desastrados. Todos con el no future y el odio de clases. ¡Un pasotismo…! «¿Que nos salimos del euro? Total, a mí qué, si me voy a quedar igual». Esa parecía la consigna. Como si no tuvieran nada que perder rompiendo relaciones a malas con la Unión Europea.

-G.A: ¿Y tienen algo que perder?

-H.T: ¿Que si tienen algo que perder? Era para preguntarles: pero, vamos a ver, chaval ¿tú has puesto la ducha esta mañana y salía agua? ¿Y has encendido el móvil y había cobertura? ¿Y el ordenador y tenías internet? ¿Y te han pegado un tiro? ¿Y has tenido que sacar corriendo a tu madre en brazos porque en tu calle se estaban sacudiendo?

-G.A: Para Podemos esos chicos son el ejemplo de Europa.

-H.T: Es que el éxito de Podemos ha consistido en decirle a la gente que no tenía nada que perder. Que era imposible que les fuera peor de lo que ya les iba. Que por muy mal que vinieran dadas, la vida que llevaban la iban a poder llevar siempre. Y la gente no sabe lo peor que todavía le puede ir.

-G.A: ¿Ha sido esa la única clave de su éxito?

-H.T: No. Podemos también ha sabido señalar a los culpables y ofrecer a sus votantes una venganza. Esta forma de revancha los chavistas la llaman «empoderamiento».

-G.A: ¿Y en España es solo de tipo social?

-H.T: También histórica. Por eso lo del cambio del nombre de las calles que, por cierto, oculta su falta de sustancia política. ¿O nos ha explicado Pablo Iglesias cómo piensa desarrollar España, qué sé yo, industrialmente? El votante de Podemos no vota, por tanto, un proyecto ilusionante, un plan de futuro. Y es entonces cuando podemos hablar de Podemos como una dinámica de odio.

-G.A: Pero cualquier votante se acerca a las urnas con uno o dos agravios.

-H:T: Y en todos los países, sí. La diferencia está en la capacidad que tenemos cada uno de asumir cuánta culpa es nuestra y cuánta es de los demás.

-G.A: ¿Andamos justitos en España de esa capacidad?

-H.T: Era lógico que surgiera una alternativa al PP y al PSOE. Como era lógico que surgiera también la rabia. Pero lo que no era lógico es que esa alternativa y esa rabia se articularan a partir de una narrativa del odio. Y del odio de los años treinta.

-G.A: ¿Se refiere al relato que se hace hoy de la II República, un relato de ternezas y flores?

-H.T: Precisamente ahí, en hacernos creer que la República fue una República de cuento, está el veneno de lo que pasa ahora. Es verdad que la República empezó con muchísimas ilusiones, pero también es verdad que enseguida fue secuestrada. En el 34, un golpe comunista pervierte la República, que deja de ser democrática, si es que alguna vez lo fue. Y los demócratas que había en este país, poquísimos, terminan por marcharse y desentenderse. Y lo que hay entonces es un choque entre los dos sistemas preponderantes en Europa.

-G.A: Choque del que solo uno salió vencedor.

-H.T: Y peor nos hubiera ido si hubiese ganado el otro. Eso es así y los españoles tenemos que tener el coraje para contar lo que pasó. Y lo que pasó fue mucho más complejo de lo que algunos pretenden.

-G.A: Pocos, sin embargo, son los que se atreven a hablar.

-H.T: Pero ninguno de los que callan lo hace porque oculten crímenes horrendos en el armario. Lo que pasa es que les han hecho sentirse culpables.

-G.A: ¿Culpables de qué?

-H.T: Culpables de franquistas. Porque en España todos hemos sido antifranquistas, pero antifranquistas de la ostia, oiga. Es verdad que con Franco vivo aquí se hablaba poco, pero porque a quien osara lo metían en una cámara de gas. El franquismo fue exterminio y Franco fue Hitler. Y desde el 1 de abril del 39 hasta el 20 de noviembre del 75. ¡No, hombre, no, por favor!

-G.A: ¿Es eso lo que usted llama la mentira antifranquista?

-H.T: La mentira en la que todos se pusieron de acuerdo, la mentira por la que muchos de los que hicieron cola ante el féretro de Franco corrieron luego a afiliarse a Comisiones Obreras.

-G.A: ¿La mentira, en fin, que permite a Víctor Manuel y Ana Belén acudir a La Sexta Noche a dar testimonio de sus seis meses de exilio?

-H.T: ¿Cómo? ¿En serio? ¿Eso ha sido así? ¡No! Me descojono. Pero qué osadía y qué infinita procacidad la de estos dos, que lo tuvieron todo, que les premiaron todos, y ahora vienen con lo del exilio.

-G.A: Usted también pudo fabricarle un pasado a su padre, participante en un complot para matar a Hitler. Solo tuvo que restar hechos al relato y añadirle literatura. Y, sin embargo, optó por contar que Ekkerhard Tertsch se volvió contra el nazismo cuando ya todo era demasiado tarde. ¿Por qué?

-H.T: Días de ira, y en concreto los tres capítulos que le dedico a mi padre, son una apuesta por la integridad personal que la sociedad nos exige a cada uno. Integridad para hacer frente a la mentira y exponer la verdad, cada uno la suya. Porque una vez que estás de acuerdo con tu verdad, con la verdad, no tienes que tenerle miedo a nada. Días de iraes, en definitiva, una apuesta por la verdad.

-G.A: «La verdad como punto de encuentro de un auténtico pacto de Estado en España», escribe.

-H.T: Porque una sociedad basada en la mentira es una sociedad que no está capacitada para los retos.

-G.A: ¿Y Zapatero? ¿Qué piensa Zapatero de todo esto?

-H.T: El desastre en mitad del cual nos encontramos es responsabilidad de Zapatero. Hay que remontarse siglos, tal vez hasta el reinado de Fernando VII, para encontrar a un personaje que haya hecho tantísimo daño a la nación española como José Luis Rodríguez Zapatero.

-G.A: ¿Y de ese viaje en el tiempo en busca del enemigo público número uno a qué otro personaje se traería?

-H.T: A Juan Luis Cebrián.

-G.A: Enric González dijo de él en relación con su gestión al frente del Grupo Prisa que cobró como pirómano y cobró como bombero.

-H.T: Yo iría más lejos. Juan Luis Cebrián fue quien impuso el canon democrático en este país. Era él quien daba o quitaba el carnet de demócrata, quien decía quién y quién no pasaba la itv para moverse por los negocios, la política y la vida. Él, que fue jefe de informativos de Televisión Española con Arias Navarro. De nuevo, la mentira antifranquista.

-G.A: Usted lo trató en su día.

-H.T: Y era -y sigue siendo- un hombre que compensa su timidez con una enorme prepotencia y una vocación de poder sin límites.

-G.A: ¿Fue Cebrián el artífice de ese producto ideológicamente tan bien armado que fue El País durante años? ¿O fue Polanco, tan poco sofisticado intelectualmente?

-H.T: El País no fue tanto una empresa ideológica como apuntarse al caballo ganador. Era el periódico del zeitgeist, del espíritu del tiempo. Y lo fue durante muchos años y con plenitud. El éxito de ese juego de poder se debió en buena parte a Juan Luis, pero también a Jesús, a Jesús Polanco. La diferencia es que Polanco, aún siendo un señor de derechas que hacía negocios con la izquierda, se creía el discurso, no todo, pero sí algo.

-G.A: ¿Y Cebrián no?

-H.T: Cebrián es un hombre siniestro, sin escrúpulos, que no cree en nada, salvo en sí mismo y en sus negocietes. Lo mismo que Mauricio Casals. Los dos únicos empresarios de los medios, por cierto, a los que recibe Soraya Sáenz de Santamaría, sus consejeros áulicos, lo que debería dar la medida de la talla moral de la señora.

-G.A: ¿Explican esas visitas que sea casi imposible encontrar en la prensa española una portada, un titular, un comentario, una viñeta incluso, críticos con la vicepresidenta?

-H.T: Soraya está impoluta. Al precio, eso sí, de azuzar a los medios contra su propio partido, en una operación de castigo que ha terminado criminalizando al votante de derechas, la mitad de este país. La señora tampoco tiene escrúpulos. Si al llegar de provincias a Madrid, se hubiera equivocado de metro y en lugar de en Génova se hubiese bajado en Ferraz, hoy estaría en el PSOE haciendo lo mismo que en el PP.

-G.A: Y Rajoy mientras qué, ¿fumándose un puro?

-H.T: Rajoy, con su desidia, ha ayudado a consolidar el discurso de la revancha en España. Ahora se da cuenta de que fue un error salvar a La Sexta.

-G.A: Cadena por la que ha desfilado el consejo de ministros en pleno o casi.

-H.T: Todos perdiendo el culo por bajarse los pantalones ante Évole o Ana Pastor, los mayores manipuladores de este país, unos tíos que han hecho del periodismo una prueba de ratificación química. El quod erat demostrandum aplicado al periodismo.

-G.A: Ellos hablan de periodismo de investigación.

-H.T: ¡Qué periodismo de investigación! Periodismo de determinación. «¿Qué tenemos que demostrar hoy? Esto, esto y esto. ¿A quién llamamos para que lo confirme? A este, a este y a este. ¿Y a quién ponemos de tonto útil? Pues a los de siempre».

-G.A: Y usted, claro, no se ve en el papel de tonto útil.

-H.T: Se ha visto que el espectáculo de los frikis funciona. Yo me fui tarifando de Intereconomía cuando llevaron a Verstrynge, que me insultó. Porque tengo claro que a toda costa no voy a estar en los sitios. La consecuencia es que no estoy en ninguno.

-G.A: La consecuencia también es que su silla en los platós la ocupa Federico Quevedo.

-H.T: Federico Quevedo. El Nini, ni Federico, ni Quevedo. El supercentrismo. La destilación de la nada. Así le va a la derecha.

-G.A: Habla de La Sexta, pero ¿y La Ser? ¿Qué me dice de La Ser?

-H.T: Que es todavía peor que La Sexta. Y con una dinámica totalmente distinta a El País y al resto de Prisa. La escuchas y te crees que estás en otro continente. Ideológicamente es una caja de bombas. El sectarismo en vena que inyectan. Acojonante.

-G.A: De La Ser han salido personajes imposibles y, sin embargo, reales, como Javier Rioyo, que fue director del Instituto Cervantes en Nueva York, y cuyo nivel de inglés lo incapacitaba para pedir un taxi en Manhattan, con lo fácil que debe de ser pedir un taxi en Manhattan.

-H.T: En Días de ira ilustro cada caso con uno o dos nombres únicamente, que tampoco quería hacer un name-dropping. El nombre de Rioyo lo saco en el capítulo de los comisarios que están en la pomada, en esos cenáculos izquierdistas donde se decide a quién y a quién no se le da este o este otro premio nacional, quién y quién no va a este o a este otro curso de verano, imparte esta o esta otra conferencia. ¿Y sabe qué?

-G.A: ¿Qué?

-H.T: Que la gente capta el mensaje y el que no es de nada se hace de izquierdas, pero no porque se lo crea, tampoco para que lo hagan académico, ni siquiera para que le den una beca, simplemente para no quedarse en pelotas, a la intemperie.

-G.A: ¿Y todo bajo un Gobierno de derechas con una aplastante mayoría absoluta?

-H.T: Es un escándalo, un puto escándalo. Es también un ejemplo de cómo el PP abortó la gran ocasión de poner a funcionar este país tras el desastre de Zapatero. Rajoy tenía el mandato de sacar a España de su maldita excepcionalidad histórica y ponerla de nuevo en convergencia con Europa. Pero permitió que la acción política de Zapatero siguiera su curso y hasta unos límites que dudo de que sean reversibles ya.

-G.A: ¿Por qué no se atrevió el PP al cambio de rumbo?

-H.T: Porque la derecha española es lo más cobarde que hay. Es verdad que la izquierda se mueve por impulsos y mecanismos perversos como el resentimiento, la envidia o el odio. Pero se mueve. Por lo menos, se mueve. La derecha, en cambio, es una ameba. Ya no tiene ni ideas ni principios, solo palabrería y cuatro rituales que ni siquiera cumple. Una derecha como esta, con unos dirigentes como estos, es fácil de explicar en un país subdesarrollado, pero no en uno de potencia media como España.

-G.A: ¿Se bastará y se sobrará Pablo Casado para enderezar la cosa?

-H.T: Nadie puede salvar al PP de la calamitosa situación a la que le ha conducido Rajoy. Porque la cuestión no es si Pablo Casado -que es muy bueno, por cierto- es la solución. La cuestión es el problema. Y el problema es Rajoy, al que le ha faltado coraje y patriotismo para acometer las reformas que tenía que acometer.

-G.A: Uno que sí parece atreverse es Albert Rivera.

-H.T: Albert es fuera de serie. Un crack. Un verdadero crack. Pero él solo no puede. Y no porque tenga que gestionar un partido cada vez más grande por cuyos entornos lejanos pueda colársele lo peor. También porque no deja de ser un hijo de su tiempo, con una cierta necesidad de buscar cobijo, de hacerse perdonar. La verdad es que ahora mismo no veo a ninguno de esos caracteres intelectuales y políticos rutilantes de los que te hacen exclamar «¡este es el tío!».

-G.A: Y el retrato que hace usted de la derecha y de sus dirigentes ¿sirve también para el resto de la sociedad?

-H.T: Lo mismo. Dice Iñaki Ruiz Quintano que aquí los valientes murieron en la Guerra Civil, luchando en el frente, en un bando y en otro, y que eso provocó una selección negativa. Y algo de eso hay. Iñaki también cuenta con mucha gracia que cuando lo del chico de la ballesta…

-G.A: ¿Cuál, el que mató a su profesor?

-H.T: Ese, sí. Pues que cuando lo del chico este, sus compañeros salieron en televisión contando cómo habían huido. Hace unos años, todos hubieran tratado de desarmarlo, y el que no, habría tratado de justificarse de mil maneras, avergonzado. Pero ahora no. Ahora lo popular es ser cobarde. Ahora maricón el último.

-G.A: ¿A qué se debe?

-H.T: Al desprecio permanente por cualquier tipo de valores que se identifiquen, siquiera remotamente, con el pasado: la gallardía, el honor, la dignidad… Es el sentimentalismo, del que hablaba antes, frente a la sobriedad. Por eso, cuando les preguntas a los chavales si defenderían a España, te responden: «¿Cómo? ¿A España? ¿Yo? ¡Anda y que le den por saco a España!».

-G.A: ¿Se refiere a la encuesta del CIS que muestra la poca disponibilidad de los españoles a dar la vida por su país?

-H.T: Sí. Y también a las antiespañas infatigables que habitan en nuestro sistema educativo. Millones de españoles educados en el odio a España desde pequeñitos.

-G.A: ¿El triunfo definitivo de la leyenda negra?

-H.T: La prueba es que el libro de Julián Juderías desmontándola es casi imposible de encontrar. Y el de Menéndez Pidal se reeditó después de tantísimos años descatalogado por un empeño personal del pobre y querido Gonzalo Anes.

-G.A: Volviendo a la encuesta del CIS, en Días de ira hace una reflexión sobre la necesidad de reinstaurar el servicio militar. ¿Entiende la polvareda que el comentario ha levantado?

-H.T: Me limito a repetir lo que ya se dice en voz alta en muchos lugares de Europa, como los países escandinavos, como Francia, como Austria, donde, por cierto, se votó en referéndum la abolición del servicio militar y ganó el no. Pero ya salieron los de siempre diciendo que yo era una facha que quería mandar a todos a la mili.

-G.A: Y no es eso lo que plantea.

-H.T: La labor de cohesión social del servicio militar obligatorio era importantísima, por eso molestaba tanto a los nacionalismos agresivos, que no quieren que los naturales de un lugar tengan contacto con los de otro. Pero de lo que hablo es de una fórmula de cooperación a la defensa que no tiene que ser estrictamente militar, de acuerdo, pero sí obligatoria, porque de otra forma no sería posible. Aclarado esto, nos enfrentamos a unos retos de seguridad desconocidos hasta ahora y para los que nuestro Ejército, sencillamente, no está preparado.

-G.A: ¿Señala acaso al vecino del Sur?

-H.T: El deterioro de la seguridad en el norte de África -pero el deterioro previsible, no el deterioro alarmista- es de llevarse las manos a la cabeza. Y luego está la amenaza del Este.

-G.A: ¿Putin es Hitler?

-H.T: No, hombre, no, claro que no.

-G.A: ¿Pero se le parece?

-H.T: Sus partidas de poder, sus pulsos de expansión territorial, sus victorias políticas sobre unas democracias siempre tentadas por el apaciguamiento… Digamos que son prácticas que le asemejan con Hitler. Crimea, por ejemplo, se parece mucho a los Sudetes. En cualquier caso, este, el de la defensa, el de la seguridad, es uno de los debates que debería darse en España y no se da. Pero, bueno, como tantos otros. Me refiero, claro, a debates reales, de verdad.

-G.A: ¿Quiere decir que la mayoría de los que tienen lugar aquí son ficticios?

-H.T: Exactamente. Y es así porque en España el discurso lo maneja la izquierda. Lo último que se han inventado es una hambruna que no existe pero que hay que solucionar como sea. Con lo que tenemos que dar de comer a unos niños hambrientos que tampoco existen. Y así con otras mil cosas. Lo grave es que es ese miedo a la verdad el que hace que no estemos cumpliendo con la modernización de este país, el que hace que en España no estén pasando cosas.

-G.A: Y aparte del miedo a la verdad, ¿no tendrá que ver la manía de algunos por el tremendismo? Le leo un titular: «Hermann Tertsch incendia las redes sociales con un polémico tuit sobre el orgullo gay».

-H.T: Yo no incendié nada. Solo dije que el Irán que ahorca de las grúas a los homosexuales es el Irán que financia La Tuerka de nuestro querido Pablo Iglesias, que luego encabeza las manifestaciones gays en plan pandi super pandi. Me limité, por tanto, a señalar una verdad, lo cual es algo que les irrita muchísimo. Y ya empezaron con las barbaridades de siempre: lo que me harían, lo que me harán, lo que me tendrían que haber hecho… Porque aquí como tengas los santos cojones de decir la verdad, te fumigan.

-G.A: No solo Irán ha financiado a los de Podemos, también Venezuela, como es de sobra sabido.

-H.T: Se fueron a hacer las Américas y volvieron como indianos. O sea, cada uno con su patrimonio. Pero todos, ¿eh?, no solo Monedero.

-G.A: Pues últimamente parecen renegar del tío de América.

-H.T: Es que su juego ahora es otro: el de los cálculos electorales, el de ganar mayorías. Por eso tienen que hacer digeribles sus palabras. Ya lo dijo Pablo Iglesias: «Se liga vestido, pero se folla desnudo».

-G.A: Veo que no se cree la súbita conversión en masa de los podemitas a la socialdemocracia.

-H.T: Tenga por seguro que ninguno se ha caído del caballo y se ha levantado diciendo: «Pues yo ahora soy más de Olof Palme». Estos solo decían la verdad cuando decían la verdad.

-G.A: O sea, cuando se fotografiaban en la Gran Vía de Murcia haciendo pis de patas abiertas o cuando contaban chistes sobre las niñas violadas de Alcácer. ¿De verdad tipos y tipas así representan al español medio?

-H.T: Obviamente no lo representan. Lo que no quiere decir que el español medio no se los merezca. Se los merece. Claro que se los merece. Y se los merece porque con tal de que no lo acusaran de meapilas, de reaccionario o de lo que fuera, ha permitido que todo lo peor -Podemos incluido- le pasara por encima.

-G.A: ¿Y las élites? ¿Dónde han estado las élites?

-H.T: Las élites en este país son una mierda. Lo han sido siempre. El fracaso de las élites. Eso sí que viene de largo. Hubo un intento en la Ilustración, donde surgieron gentes aisladas, pero no una masa crítica. Y quizás también en el franquismo, que intentó ordenar los flujos hacia formas de influencia y poder. Pero tampoco.

-G.A: ¿Y en la Transición y después de la Transición no se dieron las condiciones económicas y sociales propicias?

-H.T: El problema es que las condiciones no bastan. Es necesaria también la voluntad. La voluntad para formar élites. Es verdad que hay fortunas, solo que amasadas tan deprisa que los principios y el criterio de sus propietarios son cero. También es verdad que hay familias o grupos con fortuna, principios y criterio, pero sin relevancia social, pues quienes están detrás han preferido no asomar la cabeza, no fuera que se la cortasen. Así que bien porque no lo valgan, bien porque no lo han querido valer, aquí nadie ha estado a la altura.

-G.A: ¿Del rey abajo ninguno?

-H.T: Ninguno. Pero ninguno. Ni el rey. Juan Carlos, digo. Tan ahora en su papel, por cierto, de Campechano I.

Entrevista a HERMANN TERTSCH – LIBERTAD DIGITAL – 27/07/15