GABRIEL ALBIAC – ABC – 25/01/16
· Imaginemos que los servicios de inteligencia queden bajo el control de un vicepresidente financiado por Alí Jamenei.
Cuesta trabajo aceptar que una organización financiada por los clérigos iraníes pueda sentarse en los escaños del Parlamento en un país europeo y democrático. Ha sucedido. Ya. Cuesta trabajo imaginar que una organización pagada por los ayatolás que lapidan adúlteras, dictan muerte contra escritores blasfemos y cuelgan homosexuales de las grúas en Teherán esté en el filo mismo de acceder al Gobierno. Cuesta creerlo. En una nación europea y democrática. Y de la mano de un PSOE que dice de sí mismo ser socialdemócrata: esa especie que fue exterminada de las calles iraníes. ¿Hay tiempo aún y opción para evitarlo?
El movimiento de Rajoy, el viernes pasado, fue el correcto. Acudir al Parlamento para escenificar ante las cámaras televisivas el fracaso de la democracia española hubiera sido más que una torpeza; un ridículo nacional, al cual sería difícil sobreponerse. Con el líder de la oposición náufrago en ese delirio de poder inmediato al cual parece dispuesto a sacrificarlo todo –también su partido–, la imposibilidad de formar gobierno abriría un vacío constitucional de imprevisibles consecuencias. Desechado el mayoritario Rajoy, un Sánchez minoritario y sin partido hubiera tenido acceso a la presidencia como rehén de Podemos. Fin de juego.
¿Qué supondría eso? Imaginemos a un asalariado de los ayatolás de Qom al mando del Ministerio del Ejército. O imaginemos que los servicios de inteligencia españoles queden bajo el control de un vicepresidente financiado por el «Líder Supremo de la Revolución Iraní», Alí Jamenei. Eso supondría. La hipótesis cinematográfica del Candidatomanchur de Frankenheimer, en 1962, se quedaría muy corta. En un momento en que el islam ha iniciado ya la guerra mundial contra los infieles.
¿Quedan opciones y tiempo para evitar el desastre?
—Queda, ante todo, la opción que yo planteé mucho antes de la noche electoral del 20 de diciembre. La elemental, aquella por la que cualquier país europeo hubiera optado: un gobierno de concentración nacional que integrase a los tres partidos constitucionalistas. Y una intransigente defensa de la nación frente a independentistas y bolivarianos.
—Queda, como mal menor, la alianza de cualesquiera dos de esos partidos, con el apoyo externo del tercero. Es mucho menos estable, pero podría valer para salir provisionalmente del callejón.
—Y queda la convocatoria de elecciones. Es una ruleta rusa. Cierto. Pero el acuerdo Iglesias-Sánchez es un tiro en la nuca.
—Queda también, si ninguna cordura se impone, la intervención directa de Bruselas. Con el precedente italiano de la imposición de Monti para eludir la quiebra.
Avergüenza que, en una situación tan crítica, un insensato, al cual ciega la vanidad de ser reina por un día, ponga en peligro todo. Pero es que la política en España no es política. Es variedad delictiva de alto vuelo. Con todos los ciudadanos como blanco.
GABRIEL ALBIAC – ABC – 25/01/16