Historia e histeria

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 11/12/13

· Algunos historiadores se han prestado a falsificar la historia, algo que atribuyo a los efectos perniciosos del nacionalismo.

Tras haber arruinado Cataluña y mostrado sus verdaderas intenciones con esa lista de sospechosos políticos y unos servicios secretos para detectarlos, el nacionalismo catalán se dispone completar la faena reescribiendo a su manera la historia. Un atentado contra el principal pilar del saber humano: la memoria. Tendrá lugar en el simposio a celebrar en Barcelona los próximos días bajo el lema «España contra Cataluña».

Una mentira que empieza por el nombre, que, a día de hoy, debería ser «Cataluña contra España». ¿Quién está robando a Cataluña? Políticos catalanes. ¿Qué bandera se quema? La española. ¿Quién insulta, denigra, ultraja, amenaza, chantajea? Los ultranacionalistas catalanes. ¿A quién? A personalidades españolas, empezando por el Rey. Así que no nos vengan con cuentos. Es desde ciertos sectores catalanes desde donde se está ofendiendo diariamente a España, con un propósito muy concreto y muy perverso: que el resto de los españoles nos hartemos y les digamos: «¡Váyanse a la porra!», con lo que alcanzarían lo que no consiguen por medios legales: controlar Cataluña plenamente, para manejarla y explotarla a su antojo, al no bastarles cómo la manejan y explotan actualmente.

Para ello necesitan dar la vuelta tanto al presente como al pasado. Falsificar la historia, a lo que se han prestado algunos historiadores, algo que atribuyo, no a su desconocimiento de la misma, sino a los perniciosos efectos del nacionalismo, capaz de nublar las mentes más preclaras y de convertir la historia en histeria, como está ocurriendo con el nacionalismo catalán. No crean que es nuevo. También hubo juristas alemanes que encontraron justificación a las «leyes de sangre» del Tercer Reich y pensadores insignes que respaldaron la doctrina nazi.

La trampa consiste en convertir una guerra de sucesión española en una guerra entre España y Cataluña, en ignorar los beneficios que obtuvo Cataluña al desaparecer las aduanas internas españolas, en olvidarse del auge que representó para ella poder comerciar con las colonias americanas y de las ventajas que le proporcionaron los altos aranceles a los productos extranjeros. Como que hubo catalanes que lucharon con Franco y que este favoreció el desarrollo catalán por encima del de otras regiones españolas, por creer que, al ser los catalanes más organizados, sería más efectivo. Lo que era verdad.

Todo eso se olvidará en ese simposio, que no es ningún delito, sino algo peor: un disparate. Un disparate histórico y un disparate político, al hundir aún más a Cataluña en esa sima de los huesos que es el nacionalismo visceral, identitario, que tiene más de odio hacia el otro que de amor a la patria. ¿Cómo se puede hablar, conversar, entenderse con gentes que dicen que España está contra Cataluña, cuando siempre la ha admirado?

Y la seguirá admirando pese a los fanáticos o lunáticos empeñados en separarlas. Porque, si es verdad que España necesita a Cataluña, Cataluña necesita también a España.