Jon Juaristi, ABC, 21/10/12
Juan Pablo Fusi defiende en su último libro una concepción de la Historia de España basada en el rechazo de los esencialismos
Asugerencia del autor, los editores de HistoriamínimadeEspaña, el último libro de Juan Pablo Fusi, que acaba de aparecer bajo el doble sello de Turner y de El Colegio de México, habían invitado al acto de su presentación a la prensa, el pasado miércoles, a otros dos historiadores: Santos Juliá y Fernando García de Cortázar. Fue inevitable que aquello se convirtiera en algo muy parecido a un seminario académico. Los periodistas estaban interesados en que Fusi se pronunciara sobre asuntos de actualidad; los historiadores, en ponderar la importancia de una obra que no es sólo una lograda síntesis divulgativa, sino una interpretación del hecho español, comparable, en tal sentido, a los pequeños grandes textos, muy distintos entre sí, que, a lo largo del siglo XX, marcaron hitos en el progresivo alejamiento de la dolorida metafísica nacional del 98: desde Españainvertebrada (1921), de Ortega hasta HistoriadeEspaña (1997), de Joseph Pérez, pasando por los contrapuestos alegatos —federal y unitario— de Bosch Gimpera ( España, 1937) y Menéndez Pidal ( Losespañolesenla Historia, 1947, introducción desgajable y desgajada de su HistoriadeEspaña), la HistoriadeEspaña, de Pierre Vilar, también de 1947, y la AproximaciónalaHistoriadeEspaña (1962), de Vicens Vives.
La exposición del contenido del libro por su autor, excelentemente trabada, contribuyó a evitar la dispersión del coloquio en cuestiones del presente y del inmediato futuro, acuciantes sin duda, pero externas al relato publicado, que arranca de la prehistoria para concluir en las pasadas elecciones legislativas de noviembre de 2011. Si alguno de los asistentes al acto no había hojeado aún la Historiamínima, el apretado resumen que de la misma ofreció Juan Pablo Fusi le ahorró la tarea. Subrayó éste las «pocas convicciones insobornables» que determinan su planteamiento: que la historia española es compleja y diversa, que se trata de un proceso abierto —lo que implica continuidad, pero también cambio—, y que España no es un destino trazado desde su origen: «Nada de lo que sucedió en ella tuvo que ocurrir necesaria e inevitablemente».
No creo que haya otra visión histórica compatible con una concepción auténticamente liberal de la nación, y se refleja en ella con claridad el pensamiento de uno de los maestros constantes de Fusi, Julián Marías, que contempló la historia de España, a través del cristal generoso de Cervantes, como una difícil hazaña de la libertad y un afianzamiento de los vínculos cordiales entre sus moradores tras sacar las enseñanzas pertinentes de sus disensiones trágicas. Esta Historiamínima deEspaña, que ya en su título mismo declara la intención de distanciarse de los Grandes Relatos, de cuya elocuencia carecen los historiadores de la generación de Fusi (según reconoce él mismo al final del prólogo), posee, sin embargo, una verosimilitud incomparablemente superior a la de las leyendas metafísicas —o dialécticas— acerca de identidades nacionales inmutables. La referencia generacional (a pesar de que el propio autor intentó relativizarla en su presentación) no estaba de sobra. Los tres historiadores —Fusi, Juliá y García de Cortázar— pertenecen a la de la Transición, y la obra de los tres participa de un paradigma comprometido con la verdad de los hechos y con el rechazo de los esencialismos. Conviene resaltar dicha afinidad en unos tiempos proclives no sólo a la compunción masoquista, sino también a la proliferación de nuevas metafísicas rencorosas (en realidad, viejísimos prejuicios arraigados en las ideologías del desquite, las de la lucha de razas o de clases).
Jon Juaristi, ABC, 21/10/12