RAÚL LÓPEZ ROMO-El Correo
- En el Memorial de Vitoria hay información contrastada para hacer pedagogía contra la legitimación del terrorismo, que aún perdura en nuestro entorno
Hace un mes abrió sus puertas en Vitoria-Gasteiz el Memorial de las Víctimas del Terrorismo. Más de 3.500 personas han visitado ya su exposición permanente. Esto es una carrera de fondo que acaba de empezar. Pero después de un intenso trabajo de diseño y montaje, estamos satisfechos con la respuesta del público, mayoritariamente vasco. El respaldo institucional ha ayudado. En la inauguración estuvieron los principales representantes de todas las escalas de la Administración, con el jefe del Estado a la cabeza. Como no podía ser de otro modo, no han faltado el debate y las opiniones contrapuestas. Detrás hay una labor sobre todo historiográfica que explicaré a continuación.
En primer lugar, con la apertura de una sede física el Memorial empieza una nueva etapa volcada en la divulgación, pero la entidad funciona activamente desde 2016. A lo largo de cinco años hemos publicado trece libros, siete unidades didácticas, nueve informes, once revistas, seis catálogos y hemos dado decenas de conferencias. Es decir, en los cimientos del museo hay un centro de recursos educativos y de investigación con una estrecha relación con el mundo académico. Un ejemplo es el impulso dado a ‘Historia y memoria del terrorismo en el País Vasco’, la monumental trilogía coordinada por José Antonio Pérez, del Instituto Universitario Valentín de Foronda (UPV/ EHU).
Segundo, conocemos los debates internacionales (de los Todorov, Traverso, Judt, Confino, Mate, Rieff…) sobre la difícil gestión del pasado en lugares que han padecido fenómenos de aguda violencia política. Por eso hemos entrado en una red con centros homólogos de Francia, Noruega, Nueva York y Oklahoma. Y por eso, aunque nuestra polarizada vida política juzga todo bajo tales parámetros, en el Memorial no se habla desde la izquierda o desde la derecha, ni desde una identidad territorial, sino desde la profesionalidad de una disciplina humanística, en defensa de la democracia y de los valores cívicos, y siempre abiertos a la nueva documentación que va apareciendo.
Tercero, además de un espacio de homenaje, hemos creado un museo de historia. La tecnología (audiovisuales, interactivos) está al servicio de un ejercicio de historia pública firmemente asentado en el análisis riguroso de lo que nos ha pasado aquí hace poco, no del efectismo vacío, ni de la defensa genérica de la memoria. La exposición tiene una estructura convencional, cronológica, lo que en nuestro país es casi un exotismo. A diferencia de otros memoriales, aquí no hay un listado de nombres grabado en un muro para indicar quién está dentro y quién fuera, sino una narración que, a través de ejemplos, explica los hechos en su contexto, lo que va más allá del recurso al recuerdo vía efeméride. Eso permite que, tal y como estableció la Ley 29/2011 (aprobada en el Congreso con un solo voto en contra), sea un Memorial de las Víctimas del Terrorismo, sobre todas las bandas que han operado en España. Con espacio proporcional al triste protagonismo que cada una ha tenido, y, por tanto, destacado en el caso de ETA. Y que la narración incluya menciones a la dictadura franquista o a los sucesos del 3 de marzo de 1976. Fenómenos ambos, por cierto, que merecen memoriales específicos.
Esas referencias lógicamente no se introducen para justificar a ETA, que mató al 95% de sus víctimas tras Franco, ni para caer en la tentación de explicar unas violencias en función de otras, ni para hablar de supuestos conflictos milenarios, sino porque fueron hitos fundamentales de su tiempo, con entidad propia. Y no solo eso. Un planteamiento histórico facilita hablar de las oleadas de terrorismo habidas desde finales del siglo XIX, cuando la citada Ley 29/2011 arranca oficialmente en 1960. O tratar el caso de un grupo de personas tan pequeño como espinoso: el de los victimarios-víctimas. Explicamos cuándo, cómo y por qué fueron asesinados, y que también fue injusto, porque los perpetradores merecen un juicio con todas las garantías: las que ellos conculcaron.
Por todo esto el Memorial de Vitoria-Gasteiz es a la par un Historial donde no hay solo emoción y sentimientos, sino información contrastada, útil para que los visitantes salgan sabiendo más y para hacer pedagogía contra la legitimación del terrorismo, que no se olvide que aún perdura en nuestro entorno, y, por ende, contra toda forma de violencia política, sin falsas dicotomías. Aquí tienen una respuesta los que preguntan para qué sirve la Historia, el digno oficio que decidí ejercer hace 20 años.
Raúl López Romo es doctor en Historia y comisario de la exposición permanente del Memorial de las Víctimas del Terrorismo