IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Llevábamos muchos días envueltos en la amargura de las malas noticias procedentes del mundo de la economía, con los precios disparados y los suministros alterados. Ahora nos llega, por fin, la constatación de que el empleo no se acuerda de la pandemia y no se resiente con la guerra. Parece un milagro, pero de momento es lo que indican las cifras. Quizá sea un poco pronto para calibrar bien el impacto que sobre él provocarán los últimos acontecimientos, que es difícil que sea bueno, pero lo cierto es que por ahora, el empleo se recupera con solvencia y mantiene el tipo. Ya sé que tenemos más de tres millones de parados y que sigue habiendo personas acogidas a los ERTE, pero los datos de marzo son buenos, tan buenos que es muy probable que los echemos en falta y los veamos con envidia dentro de unos meses.

El número de cotizantes superó en un 4,8% al registrado ahora hace un año y alcanzó los 140.200, un número que, en esta situación, es muy relevante y demuestra que los empresarios contratan cuando pueden y despiden solo cuando se ven obligados a ello. Una evidencia que se desconoce desde algunos púlpitos de poder.

También mejoró mucho la temporalidad, a la que los cambios de nomenclatura incluidos en la reciente reforma laboral han sentado bien. Veremos cómo aguantan la nuevas figuras si aumenta el estrés de los precios y de los márgenes empresariales. Por su parte, el número de personas acogidas a los ERTE descendió de los 100.000 por primera vez desde que se inició la pandemia. Los problemas del transporte y las tensiones inducidas en los abastecimientos incrementarán su número este mes de abril, pero confiemos en que su alivio posterior consiga mantener controlada esa figura. En ese sentido, será fundamental la manera en la que se apliquen las restricciones impuestas por el plan aprobado para paliar las consecuencias de la guerra. Poco dogmatismo y mucho pragmatismo es la receta adecuada.

La evolución favorable del empleo tiene derivadas muy significativas. Proporciona más renta a las familias, lo que aliviará la erosión de la inflación, aumenta el ingreso fiscal que proviene del IRPF y libera fondos de la protección social, justo en un momento en el que los presupuestos deben afrontar muchas demandas sociales, que no tienen pinta de que vayan a decaer en los próximos meses. Así que hoy… alivio.