PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA-EL CORREO
El curso escolar se puso definitivamente en marcha con un día de paro laboral
Ayer se incorporaban al curso escolar pandémico los alumnos que faltaban, los mayores, los de los dos últimos ciclos de ESO y Bachiller. La escuela vasca los recibió por supuesto con una huelga de profesores. O sea, que los alumnos mayores no se incorporaron porque el primer día es de presentación y ellos sí pueden quedarse toda la mañana en casa mirando el móvil y calentarse a la hora de comer unos espaguetis. Lo de los alumnos pequeños resultó como siempre más complicado. Ellos no pueden quedarse solos. Tienen la autonomía de un tamagochi y necesitan cuidados, o sea, atención y custodia. Así que muchos padres se tuvieron que buscar la vida para no enviarlos al colegio, donde la ausencia de profesores transformó los grupos burbuja en una quimera, sin dejarlos tampoco con los abuelos, que están por lo general en edades de riesgo y nada necesitan menos que tener colgado del cuello a un descendiente besuqueante que es el rey de la casa, pero que igual también es positivo por Covid y asintomático.
Bienvenidos al curso escolar 2020/2021. No es que no sepamos cómo va a acabar, es que no sabemos cómo estaremos este viernes. En realidad, ni siquiera sabemos cómo estuvimos ayer. Los sindicatos aseguran que la huelga triunfó al 70% y Educación sostiene que el seguimiento fue del 42%. Luego diles tú a los profesores que combatan el relativismo. O que les expliquen a los alumnos que deben esforzarse para abrirse paso el día de mañana en un mundo adulto en el que todo es seriedad, mérito y preparación. Bueno, hoy la totalidad de los alumnos vascos está ya en clase mientras el Gobierno vasco y los sindicatos, o sea, el mundo adulto, intentan limar sus diferencias para ver si es posible abordar de un modo conjunto la manera más segura de volver a clase.
Los sindicatos definen la huelga de ayer como un «toque de atención», se conoce que hay tiempo, y no descartan nuevas movilizaciones. El Gobierno vasco se extraña por su parte de que Euskadi sea la única comunidad en la que el curso comienza con una huelga. Husmeas el aroma como un sumiller y lo percibes: confrontación de siempre con leves toques de Covid. Luego piensas que confiar en la pura inercia para afrontar lo extraordinario parece la mejor manera de que todo termine saliendo mal.
Pedro Sánchez manda a Pablo Iglesias a negociar con Bildu el apoyo a los Presupuestos y la reunión la anuncia por la radio Arnaldo Otegi, que ve una «ventana de oportunidades» para influir en el Estado, o sea, para hacer lo que lleva haciendo el PNV cuarenta años. Otegi, eso sí, no quiere que llegue el TAV. Quiere que lleguen los presos de ETA. Lo leemos hace un año y no entendemos nada. Ahora en cambio lo entendemos casi todo. Y de Pedro Sánchez podrá decirse cualquier cosa excepto que no tiene buena memoria. Porque en su situación no debe de ser nada sencillo recordar cuántos líos tienes en marcha, cuántos platillos has puesto a girar, cuántas jugadas preparas y en qué orden. La reunión entre Iglesias y Bildu la siguen en el PNV con la libreta de agravios abierta y un lápiz afilado. Sánchez parece estar buscando los límites. Y manda a negociar con Bildu a todo el mundo (tras Iglesias lo hará Carmen Calvo) menos a Lastra: justo a la socialista que en mayo ya alcanzó un acuerdo con Bildu sobre la derogación de la reforma laboral. ¿Se acuerdan de esto?
A finales de agosto, a los italianos les reapareció Luigi di Maio, el ministro de Exteriores, moreno como un zulú. Había estado de vacaciones en Cerdeña y se le fue la mano. Una semana después, Di Maio se reunió con González Laya y la ministra, que es de Tolosa, parecía por contraste de Reikiavik. Es que Di Maio estaba muy moreno. El vacile en Italia fue tal que el movimiento Italian Black Lives Matter terminó protestando. Lo juro. «¿Qué tiene de gracioso decir que Di Maio parece negro?» La conclusión de todo esto es sencilla: en tiempos como los que vivimos, los responsables públicos deberían tener una mínima prudencia con sus vacaciones. Pensar en lo ocurrido, y en lo que viene, debería bastarles para entender que mejor quedarse leyendo en la piscina que ir a la fiesta de la espuma en el Amnesia. Mejor también no subirte en un globo con el locuaz aventurero Calleja. Es lo que ha hecho Fernando Simón nada más comenzar unos días de descanso que serán merecidos, pero deberían ser privados. Simón en globo. Para la tele. Con Calleja. Añadiéndole a este berenjenal lo que nos faltaba, que es la vanidad. En serio, ¿a quién le habrá parecido buena idea?