“Patxi López es la gran esperanza del gobierno español en la lucha contra ETA. Los separatistas han estado en retirada desde que el político socialista asumió la presidencia del País Vasco hace un año. Incluso se está hablando de él como futuro primer ministro…” Así comienza en el semanario alemán un reportaje de tres capítulos sobre la figura del lehendakari Patxi López.
Patxi López es la gran esperanza del gobierno español en la lucha contra ETA. Los separatistas han estado en retirada desde que el político socialista asumió la presidencia del País Vasco hace un año. Incluso se está hablando de él como futuro primer ministro.
Hace poco, un viernes por la noche temprano, un hombre con una camisa blanca y vaqueros se sentó a la sombra en la terraza del Café Espejo en la principal avenida de Madrid, la Castellana, a tiro de piedra del Ministerio del Interior. Los pensionistas que tomaban helados en las mesas vecinas inmediatamente comenzaron a murmurar entre ellos. Parejas que acababan de iniciar su fin de semana con una
refrescante jarra de cerveza estiraron sus cuellos para tener una vista mejor.
“¿Es él?”
“Seguro, es él. Pero ¿dónde están sus guardaespaldas?”
Arriesgando su vida
Cuando el lehendakari (presidente) de 50 años del autonómico País Vasco está en la capital española, su presencia no pasa desapercibida. Francisco Javier “Patxi” López Álvarez quiere traer paz a España desde el nordeste lleno de terror y así librar a toda la península ibérica del azote de la ETA patrocinadora del terrorismo. Todo el mundo sabe que el hombre de la camisa blanca está arriesgando su vida. Después de todo, los separatistas de ETA han asesinado en el pasado a muchos bienintencionados socialistas.
Pero en Madrid, López personifica la esperanza de un futuro más pacífico para todo el país. Puede tener éxito. En los ministerios cercanos a lo largo de la Castellana, el sencillo líder vasco está ya siendo considerado como un posible sucesor de su compañero socialista José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente del país, que actualmente está bajo la presión de las secuelas de la crisis financiera global.
El verano es la época del año en la que más concurrido está el Café Espejo. También es la época más intensa para ETA. Es cuando a la organización le gusta mostrar a los turistas que los separatistas vascos no han cesado en su campaña de terror, presionando al mismo tiempo al gobierno sembrando miedo entre la gente que pasea por el boulevard.
Los habitantes de Madrid han crecido acostumbrados a ver oficiales de policía con perros antidrogas por las calles chequeando uno tras otro los vehículos aparcados. A veces una furgoneta de la policía cortará un carril de la Castellana para controlar mejor los coches, que se ven obligados a disminuir la velocidad para circular lentamente.
Los clientes del café hacen un gesto con la cabeza hacia el hombre del País Vasco, quien sonríe y levanta su jarra de cerveza para saludar. Una mujer se levanta y dice, “Felicidades, Lehendakari! Estás haciendo un trabajo excelente”.
Desafío abierto
El lehendakari vasco que también sea miembro del Partido Socialista de España,es algo novedoso en la capital vasca Vitoria, a la que sus propios vecinos llaman Gasteiz. De hecho, es un desafío abierto para los separatistas. El Partido Nacionalista Vasco (PNV) ha gobernado la provincia autónoma desde la muerte del dictador español Franco en 1975. El PNV comparte con los terroristas el objetivo de la completa independencia de España. Y sin embargo, hace poco más de un año que Patxi López ha impuesto la política en esta región clave entre la costa atlántica y la frontera con Francia.
En marzo de 2009, los socialistas de López rompieron el dominio en el poder del PNV mediante una precaria alianza antiextremista: a pesar de tener menos escaños que el PNV en las elecciones regionales, López formó un gobierno minoritario con el apoyo del conservador partido Popular (PP), un partido empeñado en eliminar a Zapatero del cargo de presidente del gobierno tan pronto como sea posible.
Con sus ojos castaños detrás de unas gafas sin montura, sus curiosas aunque amistosas actitudes, y su aparentemente despreocupada sonrisa, López parece realista y relajado con sus apodo “Patxi”. En sólo un año ha cumplido su objetivo de lograr un “cambio suave” en su tierra natal. López tiene una oficina pequeña, sencilla en el edificio del Parlamento de Vitoria. Aquí hay una corta escalera de caracol que baja hacia la cámara principal, a la que él puede llegar rápidamente cuando una campana le avisa de una inminente votación.
En vez de estar en constante confrontación con la oposición y con el gobierno de Madrid como lo estuvo su predecesor, López es un hombre que busca diálogo y consenso. “Tenemos una sesión plenaria cada jueves en la que votamos la legislación”, dice. “Como no tenemos la mayoría, tenemos que negociar”. Lo suyo es la política del debate más que un gobierno ciego. Es un planteamiento que parece mantener. Y aunque los terroristas le han amenazado con matarle, realmente él trata de hablar para todos.
Café y Política
Todas las mañanas dejas su residencia oficial de art nouveau, Ajuria Enea, y pasea hasta un bar a desayunar. De pie en la barra, entre los sorbos del café con leche y los bocados de pintxo de tortilla, un trozo de tortilla de patatas, charla con los clientes sobre las historias de los periódicos de la mañana.
López es lo opuesto al político español machista. Durante la campaña electoral besó sin reparos a su mujer Begoña Gil – una socialista que lleva casi 15 años en ayuntamiento de Bilbao – proporcionando así a los fotógrafos de material para sus periódicos. Rompiendo con la tradición de la estrictamente católica de la región vasca, López juró su cargo no sobre la Biblia sino sobre la Constitución española a la que se oponen los nacionalistas con tanta vehemencia. Esto fue tan novedoso en el País Vasco que primero hubo que imprimir espléndida una edición de lujo de la Constitución de 1978 para la ceremonia del juramento.
Con pequeños gestos como estos, y sin declaraciones grandilocuentes, el afable López ha dado a esta región la normalidad civil que se da en el resto de Europa, pero que se había negado al País Vasco durante décadas a causa del continuo estado de emergencia alimentado con amargura, desilusión y miedo.
http://www.spiegel.de/international/europe/0,1518,711537,00.html
Der Spiegel, Helene Zuber, 13/8/2010