EL CORREO 16/04/15
· Dice en la ponencia de autogobierno que si no se reconoce el derecho a decidir, el Parlamento vasco se separará de España de forma unilateral
Desde la página 1 VITORIA. Seis años después de abandonar Ajuria Enea, Juan José Ibarretxe regresó ayer al Parlamento vasco para poner el colofón al ciclo de comparecencias de la ponencia de autogobierno y demostrar, una vez más, que se mantiene fiel al empeño que puso durante toda su trayectoria política en impulsar una consulta soberanista, casi como una necesidad vital. «Hay muchas elecciones a la vista y solo hace falta colocar una urna más. Vosotros sabéis lo que yo pienso, yo sé lo que pensáis vosotros, pero no sabemos lo que piensa la sociedad vasca. Pregunten a los vascos si quieren un nuevo estatus o están satisfechos con el actual», defendió ayer ante los representantes de los grupos en el foro al que se le ha encomendado la tarea de alumbrar una reforma del marco político. En todo caso, Ibarretxe se mostró convencido de que, se celebre o no esa hipotética consulta, Euskadi será una nación independiente «en el seno de Naciones Unidas» en el año 2030, junto a otras que, hasta la fecha, han cubierto más etapas en el camino soberanista: Cataluña, Escocia y Québec.
Aunque dejó claro que no comparecía con ánimo de dar «lecciones» ni de condicionar el debate político –«nada de lo que yo hice es determinante, lo determinante es lo que váis a hacer vosotros», admitió–, el exlehendakari se permitió lanzar un mensaje diáfano sobre el inexorable camino que habría emprendido Euskadi hacia la separación de España. Y lo hizo a pesar de que su partido y el actual lehendakari, Iñigo Urkullu –con quien chocó en incontables ocasiones por sus ansias soberanistas–, rechazan la unilateralidad que enarbola la izquierda abertzale y defienden un blindaje de las competencias vascas pactado con el PSE que reconozca la especificidad de Euskadi dentro de un Estado plurinacional.
Envuelto siempre en su ‘traje’ de investigador, economista y estudioso y defensor del modelo de desarrollo humano sostenible, enfrentado a la visión neoliberal, Ibarretxe insistió en que, pese a la globalización, el derecho a decidir sigue «creciendo», como demuestra, dijo, que cada vez haya más países en el mundo. «En 1945 en la ONU había 50, en el último censo de 2012 eran ya 193. En Europa no es distinto: 14 países antes de la Primera Guerra Mundial, 26 después de la Segunda y hoy 47 países», detalló. «El derecho a decidir no es una falacia, sino un derecho democrático que merece un respeto», replicó al parlamentario de UPyD, Gorka Maneiro.
Todo ello le sirvió para desdeñar las tesis que apuntan a una cada vez mayor unión política, con las fronteras más y más difuminadas. Según su análisis, tanto en el caso vasco como en el catalán solo existen dos posibles soluciones. O se «reconoce» y «negocia» el derecho a decidir para poder consultar a los ciudadanos «o vamos a ver declaraciones unilaterales de independencia». Esa proclamación, que ya han anunciado Artur Mas y Oriol Junqueras para 2017 si cuentan con la mayoría necesaria, no supondría una ruptura traumática o un salto al vacío, dijo Ibarretxe, porque cuenta con sólidos anclajes «en el Derecho internacional» si antes se ha intentado «negociar honestamente y de forma democrática». «Creo que lo veremos, también en esta Cámara», abundó. En ese sentido, y pese a las abismales diferencias, Ibarretxe puso sobre la mesa el ejemplo de Kosovo y recordó que la Corte de la Haya aceptó la declaración de independencia del país balcánico porque se planteaba «desde las instituciones democráticas y sin violencia, tras haberse esforzado en pactar con la otra parte». También echó mano del caso de Ucrania en 1993 para dejar claro que las demandas de mayor autonomía se pueden convertir en pulsiones independentistas si son rechazadas.
‘Voice or exit’
Para Ibarretxe, el desenlace es inevitable: «Voice or exit» (Voz o salida), dijo en inglés, no sin antes recordar que incluso ‘The New York Times’ ha advertido a Mariano Rajoy que tendrá un problema si no trata de buscar un encaje a las aspiraciones soberanistas de los catalanes. «Ni tus propios hijos te acompañan hoy en un proyecto si no están a gusto», apostilló para reforzar su idea.
De hecho, dejó claro que tiene poca confianza en una salida pactada con el Gobierno central y que tampoco contempla que se apaguen las ansias independentistas porque, al margen de la organización política, «el pueblo vasco seguirá existiendo dentro de 2.000 años». Es más, aseguró que el nuevo estatuto político despachado con un portazo de las Cortes Generales en 2005 e «interesadamente» bautizado con su nombre, el ‘plan Ibarretxe’, fue seguramente «la última ocasión de defender un proyecto multinacional en el Estado español». «Igual nos acordamos de esa propuesta de libre asociación», advirtió. El aviso fue significativo, sobre todo porque el lehendakari Urkullu persigue, precisamente, pactar con Madrid un renovado encaje de Euskadi tras una segunda Transición que reconozca la existencia de diversas naciones dentro del Estado.
Los parlamentarios, en tono cortés y distendido, recurriendo en muchas ocasiones al tuteo, igual que hizo él, le recordaron las relaciones de interdependencia que se presumen en un proceso enfocado hacia la construcción europea. Él admitió que la independencia es relativa –«solo Alemania lo es, si se me permite el chiste»–, pero abogó abiertamente por dejar de ser dependientes de España. «Ser dependiente de las Cortes en materia de legislaciones básicas es malo», enfatizó. Y si para ello es necesario reformar la Constitución, dijo, habrá que hacerlo, aunque consideró que en el actual ordenamiento hay instrumentos para iniciar un proceso constituyente.