Ilegalizar Batasuna, legalizar la democracia

 

Carlos Martínes Gorriarán¿Por qué se ha tardado tanto en instaurar de verdad el Estado de derecho?

Cuando dentro de unos años, y esperemos que no demasiados, el terrorismo nacionalista vasco sea solamente un capítulo negro del pasado -como las guerras carlistas, el desastre de Annual o la guerra civil del 36-, se pondrá el acento en una pregunta que ni siquiera hoy es fácil de responder: por qué se tardó tanto en instaurar de verdad el Estado de derecho. Porque la ilegalización de Batasuna no es otra cosa que eso: un acto fundamental en la instauración completa del Estado de derecho en España y sus autonomías. No sé si en el futuro se entenderá el que nos haya costado tanto fundamentar ética, política y jurídicamente la exclusión de la democracia de algo que nunca ha sido otra cosa que la máscara de una organización terrorista con casi 850 asesinatos y más de tres mil heridos a sus espaldas, el púlpito desde donde ETA lanzaba sus amenazas y capitalizaba la plusvalía de sus crímenes.

Esta tardanza ha sido efecto de dos frenos: primero la esperanza, larga y estéril, en que las contemplaciones y complicidades con ETA, vía HB o Batasuna, servirían para convencer a esos criminales de que era mejor para ellos renunciar a la violencia e integrarse en la democracia como simples partidos independentistas vascos. Me parece que no había más remedio que intentar esa vía hasta su definitivo agotamiento, y todavía hay necios que esperan el milagro de la conversión democrática de las mafias totalitarias. Paradoja final y aviso para futuros navegantes: la tolerancia con ETA y Batasuna no ha democratizado esas formaciones, sino que ha atraído a su terreno al nacionalismo antaño moderado, quizás porque el original en blanco y negro es más atractivo que la copia desvaída.

Eso sí, las protestas del nacionalismo institucional han conseguido resultados que debemos agradecerles. Bajo su presión inquisitorial, los legisladores han apurado el valor de las pruebas y afilado los argumentos jurídicos, consiguiendo una ley impecable, la de Reforma de la Ley de Partidos. Sólo eso explica el milagro de que el recurso del Gobierno Vasco haya sido rechazado por unanimidad por el Tribunal Constitucional, y que la ilegalización de Batasuna resultante también haya sido unánime en el Supremo, todo un récord. Que no es poco, sino mucho, y por eso conviene agradecer esta mejora de nuestro Estado de derecho al tesón del nacionalismo vasco y de Izquierda Unida, sin olvidar a sus apoyos catalanes, en la lucha por la impunidad y por la indefensión de las víctimas. Porque la ilegalización de Batasuna y sus hijuelas -que también caerán- no significa otra cosa que una mejora de la democracia española como sistema político que ampara a los perseguidos y persigue a sus verdugos.

Por Carlos Martínez Gorriarán, ABC, 18/3/2003