- Así se referían los indios del Oeste respecto quién mentía. La de Salvador Illa, visto lo visto, debe parecer un sacacorchos
No es la primera ocasión en la que el PSC actúa como lo que es, un partido colaboracionista del más puro supremacismo catalán. En este caso lo ha hecho firmando una ley que intenta burlar la sentencia judicial que obliga a la generalidad a impartir un veinticinco por ciento de las clases en la lengua común de todos los españoles. Ni siquiera se han molestado en ser sutiles. Dejan al libre arbitrio de cada centro que apliquen el porcentaje como les parezca, y ya sabemos como acaba este asunto: escola en català, espanyols nyordos, botiflers y, hala, a espiar a los chiquillos que hablen en español durante el recreo.
Que esto lo digan separatas y podemitas no es novedoso. Todo lo que huela a España y ley les parece un edificio a derruir, y mira que ambas cosas mantienen una tolerancia suicida respecto a ellos. En otros países, Francia, por ejemplo, serían ilegales y perseguidos por policía y judicatura. A eso se suma el PSC, el de la perpetua traición, el partido felón que ha engañado durante décadas al votante tradicional de izquierdas haciéndose pasar por enemigo del nacionalismo.
El partido de Serra, Maragall, Iceta y, claro, Illa. Era el candidato que venía a Cataluña dejando tras de sí una gestión como ministro de sanidad en pandemia terriblemente ineficaz por decirlo de manera suave, a producir lo que se denominó pomposamente “Efecto Illa”. Lo cierto es que consiguió engañar a más gente y aumentó en votos y escaños y, según las encuestas a pesar de que las carga el diablo, podría empatar con ERC en las autonómicas.
Todo lo que huela a España y ley les parece un edificio a derruir, y mira que ambas cosas mantienen una tolerancia suicida respecto a ellos
No es mérito suyo, ni siquiera del falso socialismo catalán. Es demérito de un electorado que ha comprado el relato separatista al cien por cien y considera fascista todo lo que no sea hablar siempre catalán, venerar a la generalidad y decir pestes de España. Me refiero a electores de izquierdas, venidos de otros lugares de España o de sus hijos, nacidos aquí, que se tragaron la milonga pujolista de que hablar catalán era un ascensor social con el que podrían llegar a ocupar algún día el sitio de las familiar burguesas catalanas de toda la vida. Por eso Illa no puede actuar de otro modo. Hay que seguir fingiendo que cooperar con el relato supremacista es lo progresista, lo que conviene a los trabajadores, lo que supone avance social.
La línea ideológica del PSC sigue impertérrita delante de todo lo que sucede en Cataluña: empobrecimiento galopante de las clases medias y populares, pérdida de capacidad adquisitiva, abandono institucional y enriquecimiento de políticos a despecho del contribuyente, los impuestos más caros de toda España, imperio del crimen, de la violencia, del delincuente, del vago parasitario de la administración, barrios inseguros, apoyo a todo aquello que sea radical y antidemocrático y corrupción institucionalizada.
Ciertamente, habla con lengua torcida. Eso sí, catalana, faltaría más.