Juan Carlos Girauta-ABC

No sabemos si el coronavirus será dominado o desplegará al monstruo implacable del crecimiento exponencial

«¡Qué error!», exclamé al leer que se suspendía el carnaval de Venecia por la epidemia. No es que me seduzca la fiesta milenaria, sé que la máscara libera fuerzas elementales, pero me acompaña el recuerdo de «Los encantadores» de Romain Gary, novela casi imposible de encontrar en español.

«Arranquemos la ilusión del alma humana: la civilización perderá sus más bellos cantos y, con una voz de eunuco, ya no nos hablará de nada», reflexiona Fosco, narrador en primera persona. Luego consigna su «último pensamiento de adolescente: lo contrario de la muerte no es la vida, es el amor».

De Venecia viene y a Venecia regresará la familia, la tribu de Fosco, cuya peripecia principal transcurre en la Rusia prerrevolucionaria. Proceden

de la tradición de los saltimbanquis, los acróbatas, los magos, los hacedores de autómatas, los sanadores. El protagonista, inconcebiblemente longevo, conocerá a Freud. O mejor, lo reconocerá… como uno de los suyos.

En la familia Zaga saben que el arte y la fiesta alejan los males. Están convencidos de que el carnaval había ahuyentado a la peste de Venecia porque la muerte y la desgracia no soportan la alegría: «Sin lo serio, sin el respeto, la muerte está desmoralizada, no se siente lo bastante importante y ya no trabaja bien». Teresina, madrastra y amor de Fosco, resume: «Es así como la República de Venecia fue salvada por el carnaval y también la primera vez que el pueblo comprendió en qué armas poderosas la risa y el irrespeto podían convertirse, y es así como nació la commedia».

Aunque no acabáramos el libro conociendo los límites de la realidad frente un arte que, con todo, sigue dando sentido a la vida, dispondríamos aún de «Europa», la novela que Gary escribió poco después para desalentarnos lo suficiente. No solo acerca de los poderes de desatar a Arlequín, Colombina, Pantaleón y Polichinela, sino de la propia cultura europea. Porque «el fin de una civilización comienza con la prostitución de su vocabulario», porque «no podrá haber Europa mientras se siga desmitificando al hombre», porque «la desmitificación llevada hasta el final de una lógica rigurosa no tiene límites, y perfectamente podría desembocar en el canibalismo».

No sabemos todavía si el coronavirus será dominado o desplegará al monstruo implacable del crecimiento exponencial. Y es natural que, desde que nació hace justo mil años, el carnaval de Venecia se suspenda por primera vez. Todo eso corresponde al campo de la epidemiología. En la vida diaria, ¿qué haríamos sin los parientes cultos y populares de la commedia? ¿Es posible vivir sin los engaños cuya naturaleza, superada la infancia, conocemos? ¿Es aconsejable reducir al hombre a sus verdades llanas e insustanciales? ¿Son tales verdades la verdad? El matemático René Thom pensaba que no: «Lo verdadero no limita con lo falso sino con lo insignificante». Curiosamente, su aportación se llama Teoría de las catástrofes.