Carlos Herrera-ABC
No, si al final vamos a tener suerte de que gobierne quien gobierna
¿Ustedes se han preguntado acerca de cuál sería el estado de opinión y agitación en España si esta crisis se hubiera producido con el gobierno de Rajoy en el poder? Imagínense el arrebato. Simplemente piensen en el incendio que podrían provocar unas cuantas células de histeria parecidas a las que se manifestaron fuera de sí cuando se procedió al sacrifico del perro Excalibur después de la llegada a España de dos misioneros infectados de Ébola. Aquella partida de excitados gritando «asesinos» a los encargados de retirar de la circulación al can propiedad de la enfermera infectada -luego felizmente curada-, serían hoy poco menos que una legión de enloquecidos culpando al Gobierno de cada una de las muertes producidas por el
coronavirus. Ha tenido suerte España y su pretendida paz social con el hecho de que este desbarajuste haya coincidido con un gobierno presidido por un sujeto como Sánchez y vicepresidido por otro elemento como Iglesias. Hoy España sería una hoguera incontrolable, un país absolutamente invivible por mucho confinamiento que se hubiera decretado. Las famosas -y siempre inquietantes- redes sociales se habrían convertido en un infierno de invectivas, bulos y disparos mucho mayores de esas que hoy, aparentemente, tienen a los miembros del Gobierno y sus especialistas en mercadotecnia en estado de permanente alerta. Imaginen también que el CIS correspondiente hubiese preguntado a sus aplatanados encuestados si la información debiera solo ceñirse a los portavoces oficiales y no a supuestos creadores de bulos y a informaciones no fundamentadas, al estilo de lo que ha planteado la factoría Tezanos en esta reciente prospección. ¿Alcanzan a imaginar las llamas de cada incendio mediático?
Eso ha ocurrido en esta España de hogaño. La peor de las crisis nos ha sorprendido con el peor de los gobiernos posibles, un arrebujo de perdularios trufado, felizmente, de algunos individuos de fuste. Si un gobierno popular hubiese esbozado los argumentos que manejaron los presentes en el inicio de la epidemia aparándose en supuestos consejos de «expertos», hoy viviríamos una insoportable tensión social que haría imposible el confinamiento que responsablemente asumimos la mayoría de los españoles. Aún habrá que agradecer la moción de censura, los votos de Bildu, la entrega a ERC y la traición habitual del PNV. Si el gobierno de Rajoy hubiese pretendido una alianza de partidos para superar la crisis -soltando a un portavoz parlamentario vomitando insultos a la oposición en el Congreso- y convocando al líder de la oposición mediante rueda de prensa de su portavoz, habría recibido todo tipo de invectivas de los profesionales del NO, amén de los insultos preceptivos que resulta fácil de imaginar por parte de los pesebristas de la izquierda mediática, tan mayoritaria como irracional, del panorama patrio. Se diría que Rajoy pretendía mutualizar los muertos -muertos, no muertos y muertas-, que quería escapar de sus responsabilidades y que su incapacidad para neutralizar el virus era pareja a su voluntad de eliminar libertades fundamentales, esencialmente aquellas que tienen que ver con la expresión sin controles gubernamentales. Una dictadura de ultraderecha sería responsable de escatimar el número real de muertos -no muertos y muertas-, de dejar morir a los ancianos en las residencias y de tener presos en sus hogares a millones de españoles inocentes víctimas de la inoperancia de un gobierno que solo sabe echarle las culpas a los medios de informaciones inventadas con la intención de derribar la Verdad Única. Imaginen que el gobierno de Rajoy hubiese preguntado a los encuestados si son partidarios de una sola fuente de información, fuentes oficiales, en lugar de permitir la emisión de bulos de cualquier elemento suelto en la sociedad. E imaginen también que su vicepresidente chulángano señalara a determinados medios como elementos enemigos de la democracia por informar libremente. No, si al final vamos a tener suerte de que gobierne quien gobierna.