Imperdonable catalanofobia

EDUARDO GOLIGORSKY – LIBERTAD DIGITAL – 29/11/15

Eduardo Goligorsky
Eduardo Goligorsky

· Lo que muchos observadores se preguntaban –nos preguntábamos– era cómo reaccionarán los ciudadanos seducidos por el trampantojo secesionista cuando se den de bruces con la realidad y descubran que sus líderes, y los portavoces rentados de sus líderes, les han mentido y los han embaucado premeditadamente para ponerlos al servicio de sus ambiciones de poder.

Los restos del botín

Les han mentido cada vez que les decían que eran mayoría, masificándolos en manifestaciones multitudinarias donde era imposible determinar la cifra real de asistentes. Y les informaban que habían sido millones en un espacio donde sólo cabían setecientos mil muy apretujados. Los disfrazaban con camisetas para agruparlos en falanges regimentadas. Los proveían de estandartes donde una estrella revolucionaria corrompe las cuatro barras originales, imitando a los franquistas que habían corrompido la rojigualda con el aguilucho, el yugo y las flechas. Ni sus propias banderas respetaban ni respetan estos falsarios enfrentados por la retórica pero hermanados por su vocación totalitaria.

¿Cómo reaccionarán los manipulados cuando terminen de comprobar que los han tratado como borregos?, seguimos preguntándonos. Lo sabremos muy pronto, porque los que operaban como arrieros del rebaño se han desentendido de este para disputarse, sin recato, los restos del botín. Y las élites que alimentaban el argumentario de los salvapatrias desde los medios de comunicación subvencionados, los jaleaban o simplemente los acompañaban con su silencio cómplice han descubierto con horror que sus intereses están amenazados y se apresuran a reclamar el retorno a la legalidad y la cordura. El canguelo no tardará en extenderse al resto de la sociedad.

Basta recordar aquel servil editorial conjunto del 26 de noviembre de 2009 con que doce diarios de Cataluña se propusieron presionar al Tribunal Constitucional para que no tocase el Estatut del 2006. Un Estatut que canonizaban y siguen canonizando como si lo hubiera apoyado el pueblo de Cataluña, cuando sólo cosechó 1.899.897 votos sobre un censo electoral de 5.810.109 ciudadanos. ¡El 36 %! Exactamente el mismo porcentaje sobre el censo que consiguen los secesionistas en todas las elecciones y consultas. Aquel editorial lo promovió La Vanguardia y se atribuye su autoría intelectual al gurú Enric Juliana, entonces director adjunto. Detalle curioso: ahora, el mismo gurú juzga un error «la resolución garibaldina del Parlament de Catalunya» («Pronto volverán las corbatas»,LV, 22/11) y arremete contra el primer

gran error de la política catalana (…) el referéndum sin músculo del Estatut, el 18 de junio del 2006. Siempre lo mismo: radicalismo pequeño burgués sin perspectiva europea.

El discurso torticero sigue atribuyendo el origen de todos los desencuentros a las enmiendas que el Tribunal Constitucional introdujo en el Estatut del 36%, pero el miedo al caos inminente ha hecho girar 180º el rumbo político del órgano del establishment catalán. Un establishnentcompuesto por empresas de primera magnitud que han iniciado el éxodo hacia los cuatro puntos cardinales, desde Madrid hasta Dublin, con el añadido de los industriales, comerciantes, profesionales y otra buena gente trabajadora que ven amenazados el orden jurídico y el derecho de propiedad.

Testimonios del giro

El editorial que publicó La Vanguardia («Por la rectificación», 10/11) inmediatamente después de que el Parlamento de Cataluña aprobara «unadeclaración unilateral de independencia encubierta» fue uno de los muchos testimonios de este giro:

Hay mayoría parlamentaria para proclamar esa virtual ruptura mediante una moción retórica, hiperbólica y mal redactada, y no parece haberla para formar gobierno. Hay mayoría para la huida hacia delante y no la hay para una gobernación coherente. (…) El grave error táctico (…) consiste en tramitar una resolución maximalista y rotundamente inconstitucional a cambio de nada, lo puede acabar pagando el conjunto de la sociedad catalana. No es inteligente. No es justo. No es necesario. (…) En ningún caso y bajo ninguna circunstancia la Unión Europea podría aceptar o mirar con simpatía que uno de sus territorios se proclame ajeno a las leyes vigentes y decida desconocer la jurisdicción del tribunal de garantías constitucionales. (…) La consigna catalana debe ser ahora mismo evitar cualquier tipo de aventura.

Después de la matanza de París, otro editorial («Europa y Catalunya», LV, 22/11) pone el acento en la necesidad de anular la resolución que rompe el vínculo con Europa:

Esa resolución no puede ser el punto de partida de una nueva legislatura. Esa resolución es antieuropea. (…) En el nuevo mapa de riesgos está Barcelona. Bajo ningún concepto Catalunya puede desconectar del orden jurídico europeo. El europeísmo, que ha sido y es una de las señas de identidad de este país, debe reaccionar. No hay ninguna duda de que la temeridad será rechazada por una Europa vigilante, con el consiguiente perjuicio para todos. Es la hora de la rectificación.

Se agota la paciencia

Sobran motivos para que se agote la paciencia de los ciudadanos. Los empresarios emigran. El Cercle d’Economia exige legalidad y cordura.El Gobierno de España promete cortar los víveres a los paniaguados que urden estructuras de Estado golpistas y viajan por el mundo para repartir la propaganda sectaria de la Generalitat decorada con el falso membrete de documento diplomático. Crece la deuda con los farmacéuticos y los centros sanitarios concertados y sus proveedores. Los bonos basura no tienen salida. El clan Pujol-Ferrusola proyecta su sombra sobre sus viejos cofrades y el 3% se ha convertido en la marca registrada de la agónica Convergència, cuya ala liberal y sensata se subleva. ¿No es justo afirmar que los secesionistas que provocaron tamaño desbarajuste y lucran con él son los verdaderos enemigos de Cataluña?

El predicador Francesc-Marc Álvaro, experto en estos tejemanejes, intuyó que el úcase secesionista era un regalo envenenado («Autogol del soberanismo», LV, 9/11):

Los convergentes han pensado erróneamente que la resolución que se votará esta mañana ablandará a los cuperos. Pero con eso han precipitado el pulso con el Estado, justamente en medio de la desunión, la confusión y la debilidad. (…) ¿Qué hará el votante soberanista tranquilo que se dio un gusto cuando vea el autogol?

Es interesante contemplar la reacción de los impulsores del proceso secesionista, como es el caso de Álvaro, cuando descubren, impotentes, que por culpa de la codicia de sus jerarcas se desbarata la trama que han armado a lo largo de muchos años de trabajo sigiloso. No todos asimilan el contratiempo con tanta parsimonia como Álvaro. A algunos el instinto atávico les hace caer en chocantes desvaríos. Es el caso de Pilar Rahola. Traumatizada por el posible fracaso del proyecto secesionista que abrazó con delirante entusiasmo, elaboró una teoría que, trasladada a los medios de comunicación, se puede interpretar como un conato de imperdonable catalanofobia. Extraño en ella pero explicable por la magnitud del descalabro al que le toca asistir.

Rayano en el racismo

Rahola diagnostica en su artículo «El germen» (LV, 13/11) que el «pueblo catalán» está «alejado del sentido de Estado que toda nación debe tener». La culpa, explica, la tiene España, faltaría más, pero el corolario es que el «el sentimiento catalán se transmutó en confrontación al orden establecido». Un panfleto catalanófobo no podría haber sido más taxativo: los catalanes, el pueblo catalán, la sociedad catalana –siempre con ese vicio maniqueo rayano en el racismo que practican los secesionistas cuando toman la parte por el todo– están incapacitados para autogobernarse. Los catalanes, todos los catalanes, habrían adquirido, por culpa de España, insiste la panfletista, «un fuerte sentimiento libertario, siempre desconfiado ante el concepto de autoridad».

¿Cómo es posible que un pueblo víctima de la jibarización o la lobotomía, generalizadas y eternizadas por algún inexplicable fenómeno genético según la teoría catalanófoba aquí expuesta, aspire a la independencia? Rahola aporta pruebas para demostrar que su tesis, nuevamente rayana en el racismo, es correcta:

Lo que ahora está ocurriendo es desconcertante para muchos, y sin embargo es muy viejo. Se repitió en los primeros intentos de articular opciones republicanas en la Renaixença, llegó el triunfo de Lerroux a principios del siglo XX, después de las peleas internas de la Solidaritat Catalana de Prat de la Riba, y no hace falta recordar los líos de ERC con la FAI y otros en 1934. Para rematar, empezó la guerra y en Catalunya se dedicaron algunos a hacer la revolución. Siempre divididos en castas puras, incapaces de tener sentido de Estado.

«Un país de tontos», apostrofa finalmente Rahola («Tiempo muerto», LV, 25/11). La calumnia catalanófoba carece de fundamento como todas las que generalizan estereotipos. Es obvio que los componentes de la olla podrida secesionista carecen de sentido de Estado como se desprende del relato de Rahola. Pero es malintencionado y arbitrario –imperdonablemente catalanófobo– hacer compartir esa tara a todos los ciudadanos de Cataluña. El solo nombre de Josep Tarradellas basta para recordarnos que Cataluña fue capaz de forjar auténticos estadistas, cuya dimensión humana, política y moral los sitúa a una distancia sideral de los caciques rapaces y pendencieros que hoy nos avergüenzan por la soberbia con que se burlan de todos los ciudadanos. Incluidos aquellos catalanes, inveteradamente honestos, liberales y moderados, a quienes los sublevados contra las leyes les secuestraron transitoriamente el voto.

EDUARDO GOLIGORSKY – LIBERTAD DIGITAL – 29/11/15