Ignacio Camacho-ABC
- Según el nuevo relato, la taumaturgia de Sánchez ha obrado con los enemigos de la Constitución un milagro epifánico
El penúltimo birlibirloque del sanchismo (penúltimo porque siempre habrá uno más) consiste en acusar a la derecha de incumplir la Constitución que rechazan de modo expreso los aliados del Gobierno. Los guionistas de Moncloa han caído en el existencialismo sartreano, probablemente sin saberlo: el infierno son los otros, los demás, los adversarios, los ajenos. Un individuo despistado que oyese ayer a la presidenta del Congreso podría haber pensado que es militante de un partido de centro, tal era el énfasis con que defendía el consenso que su líder destroza a conciencia de la mano de Podemos. El propio Sánchez fungió para la efeméride de acérrimo defensor del entendimiento, ofreciéndose de ejemplo por recibir a los separatistas y a los posterroristas
con los brazos abiertos. Se presenta como un nuevo Mesías que los redime al acogerlos en el seno del progreso y los indulta por imposición de manos de las penas infligidas por el Tribunal Supremo, mientras la oposición farisaica frunce el ceño y rechaza la misericordia política para encerrarse en un antagonismo rígido, intolerante y severo que le cerrará, como asegura Iglesias, la puerta del reino de los cielos del poder durante mucho tiempo.
Ésta es la doctrina del flamante Evangelio del desparpajo que explica a los gentiles y descreídos la trascendente conversión de los enemigos del Estado. La energía taumatúrgica del presidente ha obrado el milagro de atraer a los descarriados a la órbita del constitucionalismo democrático. El simple contacto con Su Persona amansa su extremismo bizarro y los imbuye de voluntad de cambio mediante un fenómeno de arrepentimiento epifánico. El espíritu generoso de la Carta Magna los acoge bajo su manto y les perdona sus pecados; basta con que acepten el natural liderazgo que ya sólo rechaza un conservadurismo resentido y amargado, incapaz de asumir la evidencia de su fracaso. El Gobierno Frankenstein es un bulo veterotestamentario inventado para desacreditar la legitimidad de este refulgente mandato feminista, igualitario, plurinacional, ecologista y republicano.
Los escépticos de este Adviento progresista vivirán envenenados de despecho y rabia. Su condena será la pérdida de la confianza ciudadana, el aislamiento sempiterno en una penosa burbuja de disidencia minoritaria cuya esterilidad melancólica empezarán a atisbar tras las elecciones catalanas y con el curso de la legislatura se les hará insoportable, larga, desesperante y pesada. Tendrán que contemplar con desazón los éxitos de la alianza que va a refundar la nación y la idea misma de España, y su caduco apego al pacto de la Transición se irá diluyendo en una bruma nostálgica cuando la Justicia, su último bastión, acabe también acatando el doble mandamiento de la fe recién revelada: obedecerás a Sánchez sobre todas las cosas y desactivarás la Constitución sin tocarle una sola palabra.