JON JUARISTI-ABC

  • Dado el estancamiento socialista en el guerracivilismo, no parece posible ni deseable una Gran Coalición a la alemana

Los mejores carecen de convicción y los peores rebosan de apasionada intensidad. Esa fue mi primera impresión de la noche electoral tras el escrutinio. Falta de convicción en el balcón de Génova, pasiones desatadas en Ferraz. Ejemplo de lo primero, cualquiera de los dirigentes del PP; de lo segundo, la Montero del PSOE: tan inflamada ella, que más que ministra de Hacienda en funciones parecía la titular del Ministerio del Amor de la novela de Dubravka Ugresic. A mitad de la semana, Montero se atrevía a sostener que los ‘indepes’ aman a España más que Vox. El desbordamiento amoroso del sanchismo es una perfecta ilustración del principio ilustrado de que la imbecilidad necesita ponerle a todo mucha pasión.

Y qué más dará que los ‘indepes’ amen a España o dejen de amarla. Por mí, como si se operan. No es nada nuevo. Lo repetía sin cesar el propio Junqueras mientras preparaba el golpe, amo a España. Pues me vale madre, como dizque decimos en México. El amor es un sentimiento privado que no se suele airear salvo por los exhibicionistas y los cursis. Los ‘indepes’ quieren deshacer España, es lo que declaran paladinamente y lo que cuenta. Si Montero cree que porque digan amarla (a España, obviamente, no a Montero: no imagino tal cosa ni de Junqueras) eso los haría menos infecciosos para el PSOE en una reedición sanchera del Frente Popular, se equivoca de pe a pa.

Segunda impresión de la noche del 23. No entiendo que pueda producir estupor o escándalo, a estas alturas, que la peña socialista se desgañite berreando el «¡No pasarán!» en la vía pública. Seamos serios: el folklore músico-vocal del PSOE, empezando por su versión oficial de la Internacional, va de guerra civil, porque se trata de «hundir el imperio burgués» (¿incluyendo las saunas de papuchi?: esa duda tengo). Como dijo Marx, la guerra es la partera de la Historia. Quien se apunta al socialismo científico, a la famélica legión de los esclavos sin pan, debe tener claro que se trata de dar caña al enemigo de clase hasta que la Tierra sea un Paraíso, la Patria de la Humanidad, etcétera. Por eso las guerras civiles nunca acaban. Son infinitas, aunque puedan cambiar los aliados y los enemigos, según la coyuntura. El PSOE se ha estancado en la de 1936. Acaso el imaginario de los de Vox regrese a épocas también lejanas, aunque menos (¿a los cuarenta años atrás del mantra sanchista?), pero no van por ahí cantando el Cara al sol.

Dado el estancamiento mental socialista, no veo posibles ni deseables una Gran Coalición a la alemana ni un gobierno de salvación. Sólo un Dios puede salvarnos (Heidegger, 1953) o Dios no puede dejar de salvar a España (Unamuno, 1936). Mientras tanto, a ver si los más votados y deprimidos encuentran una estrategia convincente. Por lo menos, convincente para ellos mismos. Por algo hay que empezar.