Imprímase

EL MUNDO 20/10/16
ARCADI ESPADA

DOS PROFESORES de Austin, H. Iris Chyi y Ori Tenenboim, han analizado la audiencia en línea (2007-2015) de los 51 principales periódicos americanos, con la excepción del Times y el Wall Street Journal. La conclusión del estudio pone en cuestión la consigna actual en el oficio. El digital first, la voluntad de los editores de desviar prioritariamente sus recursos a las webs noticiosas, no parece una buena idea. La publicidad digital no compensa la caída de la impresa y además se observa en los últimos años una paralización del crecimiento de usuarios web. El periodista Jack Shafer, que ha escrito en Politico una columna glosando el estudio, afirma que tal vez los editores deberían replantearse el diseño de sus webs, que son ahora copia de la edición impresa, ¡o viceversa!

Es una evidencia. El tiempo que se dedica a la lectura de noticias en la web (catastrófico por efímero, en términos publicitarios) no presagia que allí se haya trasladado el lector de periódicos. Allí actúa, sobre todo, el hojeador de periódicos, que era otra cosa. El hojeador (hoy ojeador) compraba periódicos, pero buscaba en ellos titulares, amenidad y servicios. Titulares, amenidad y servicios es lo que hoy proporcionan gratuitamente una infinidad de webs, entre las que están en franca minoría las de las compañías de noticias. Parece de sentido común que a esas compañías les correspondería hacer dos cosas. La primera crear webs imbatibles, que reunieran esas tres características tan caras al ojeador y que se vieran liberadas del absurdo dogal de hacer un periódico cada 30 segundos: confundir el suministro de noticias con el periodismo es confundir la electricidad con la luz. La segunda es acabar con el desprecio suicida hacia el periódico. El periódico (y no me refiero al papel, sino al concepto) es un método para dar cuenta del mundo que no ha sido superado por ningún ingenio digital. Y aún lo sería mucho más si supiera aplicar a sus viejas columnas y a sus sofisticados volúmenes gráficos y tipográficos la lengua audiovisual. Porque a mi juicio la mayor aportación de la digitalización al periódico es la evidencia de que una tableta es la superficie idónea para este guión diario del mundo que tantos ciudadanos adultos continúan teniendo por necesario.

Es probable que como dice el estudio de Austin los editores de periódicos hayan de acostumbrarse a una reducción de sus beneficios. Pero también es posible que unas webs conceptualmente rediseñadas compensaran la caída. En todo caso convendría repensar el digital first a la luz de estos datos. No sea que de la muerte del periódico acabe siendo responsable el mensajero.