La presencia de Bildu constituye una amenaza para el PNV en Guipúzcoa, ya que la coalición aspira a ser la primera fuerza en ese territorio, como lo fue Batasuna en algunas ocasiones. El comportamiento electoral hace que nadie tenga mayoría absoluta en las diputaciones ni en los grandes ayuntamientos vascos: los pactos serán claves.
La decisión del Tribunal Constitucional de dar luz verde a las candidaturas de Bildu crea una situación nueva en el País Vasco, ya que representa la presencia normalizada de la izquierda abertzale en las locales por primera vez desde 1999. En el 2003 una Batasuna prohibida no pudo presentar listas y en el 2007, con ANV, sólo se le permitió concurrir en la mitad de los ayuntamientos.
De los tres socios que componen la coalición –la antigua Batasuna desde la sombra, Eusko Alkartasuna y Alternatiba–, sólo la izquierda abertzale puede presumir de tener un respaldo importante. EA lleva una tendencia descendente desde hace años y Alternatiba es la escisión de un partido minoritario como EB que poco puede aportar en las urnas.
En 1999, Euskal Herritarrok tuvo unos excelentes resultados, arrebatando votos a PNV y EA, que fueron en coalición para defenderse del avance que la izquierda abertzale había iniciado en las autonómicas del año anterior. La tregua de ETA de 1998 fue el gran activo electoral que esgrimió la marca de Batasuna. Ahora compite con la ventaja de otra tregua etarra que no ha suscitado ni la centésima parte de la esperanza que creó la de 1998.
En el País Vasco, además de los ayuntamientos se elige la composición de las Juntas Generales, los parlamentos provinciales que deben determinar quién gobierna las poderosas diputaciones y sus respectivas haciendas. El PNV está al frente de las tres diputaciones, si bien sólo en Vizcaya es la fuerza más votada. Los pactos le dieron también hace cuatro años Guipúzcoa y Álava.
La presencia de Bildu constituye una amenaza para el PNV en Guipúzcoa, ya que la coalición aspira a ser la primera fuerza en ese territorio, como lo fue Batasuna en algunas ocasiones. El comportamiento electoral hace que nadie tenga mayoría absoluta en las diputaciones ni en los grandes ayuntamientos vascos: los pactos serán claves.
Bildu ha expresado que si es mayoritaria en Guipúzcoa está dispuesta a buscar acuerdos para encabezar la diputación, lo que podría forzar un entendimiento entre PNV y PSE para evitarlo.
El lema electoral del PNV para estas elecciones podría ser perfectamente el “virgencita, que me quede como estoy”, porque tiene escasas posibilidades de tener más poder en las instituciones y, en cambio, corre riesgo de perder alguna de las que controla. Y eso, suponiendo que va a tener buenos resultados en las urnas. El PNV podría perder la Diputación de Álava, que ahora gobierna pese a tener menos votos que PP y PSE. Las pésimas relaciones de estos dos partidos en Álava hicieron posible que el PNV lograra los apoyos para hacerse con la diputación. La diferencia entre las tres formaciones es muy escasa, aunque los socialistas estén en peor posición por el desgaste provocado por el efecto Zapatero.
El apoyo que el PP presta a los socialistas para mantener a Patxi López al frente del Gobierno tendrá que ser compensado tras las municipales con cuotas de poder para los populares, y la diputación alavesa es el objetivo preferido del partido de Antonio Basagoiti, que ya gobernó durante ocho años esa institución. El PSE tendrá que hacer equilibrios para compensar al PP y al mismo tiempo molestar lo justo al PNV, del que depende la estabilidad de José Luis Rodríguez Zapatero.
El PSE no cuenta con un traslado lineal a los ayuntamientos del “pacto para el cambio” que sostiene al lehendakari. En San Sebastián, por ejemplo, el alcalde Odón Elorza –con muchas papeletas de volver a ganar– y el PP son tan incompatibles, que estos están más predispuestos a pactar con el PNV. En Bilbao, Iñaki Azkuna es el favorito. Su partido aspira a que PP y PSE no alcancen juntos la mayoría absoluta para evitar posibles pactos.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 7/5/2011