Juan Carlos Viloria-El Correo
- Lo que hasta ayer era un comportamiento vergonzante ahora parece formar parte de la normalidad política y social
Lo que en el mundo de la información se conoce como: «maldita hemeroteca», está haciendo estragos en la clase política, judicial y opinativa. Están apareciendo en las redes inumerables videos recogiendo las opiniones contradictorias de ministros, diputados, tertulianos, jueces, sobre la legalidad, constitucionalidad u oportunidad de conceder una amnistía a los condenados o imputados por el ilegal referéndum secesionista de 2017. La amnistía o indulto generalizado que antes de las elecciones del 23 de julio consideraban que estaba prohibido o era directamente anticonstitucional y así lo defendían en declaraciones, entrevistas o tertulias, una semanas después se ha convertido en políticamente deseable, perfectamente constitucional e incluso indispensable para la convivencia.
El principio de coherencia implica actuar de forma consistente de acuerdo con nuestra forma de pensar o nuestros actos previos, aunque esto signifique ir contra nuestro interés personal. Ahora estamos asistiendo justamente a lo contrario. En la época de la Transición se llamó «chaqueterismo» y apunta a alguien que cambia de opinión según lo que dice su jefe para estar de acuerdo con él, en función de la conveniencia personal o algún interés oculto.
Pero lo que hasta ayer era un comportamiento vergonzante ahora parece formar parte de la normalidad política y social. En la modernidad líquida, en palabras del sociólogo Zygmunt Bauma, prevalece en la escala de valores el bienestar económico mientras que se considera la flexibilidad moral, ética o política como una virtud. Está de moda el llamado cambio de opinión. Ahora con relación a la amnistía y en la legislatura anterior de Pedro Sánchez al valorar positivamente la concesión de indultos, la modificación de la secesión o el delito de malversación. Decía al principio que la maldita hemeroteca está haciendo estragos en la clase política al poner en evidencia sus incoherencias y contradicciones en temas tan sensibles como la amnistía, pero en realidad se impone el principio de validación social que define la predisposición a actuar de acuerdo o como lo hace la gente que nos rodea en nuestro grupo o partido.
Es paradójico, sin embargo, que se aferren a la coherencia algunos de quienes denuncian la traición a los principios de sus camaradas de partido. Guerra y González denuncian al PSOE, pero lo siguen votando. El problema de fondo no es el chaqueterismo de los políticos y los tertulianos, sino que esa moda llegue a las instituciones como el Tribunal Constitucional. La ventaja de normalizar la incoherencia, sin embargo, es que si como parece , la opción de dar a Puigdemont el mando a distancia sale demasiado cara, al día siguiente, se puede defender con el mismo ardor la repetición de elecciones. Susto o muerte.