IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

La OCDE se suma a la larga lista de organismos y servicios de estudios que han rebajado las previsiones del crecimiento para este año y el siguiente. Hasta ahí, nada nuevo: estamos acostumbrados, salvo el Gobierno, que insiste en mantener unas cifras completamente fuera del consenso general y muy lejos de una realidad que el envalentonado bicho ensombrece día a día. Sin embargo, hay dos cosas en el nuevo informe emitido por este organismo -probablemente el más aséptico de todos- que conviene señalar. Una es el monto de la reducción, que es muy severa. Nos rebaja el crecimiento nada menos que 2,3 puntos hasta un decepcionante 4,5% para el año que termina y 1,1 puntos, hasta el 5,5%, para el próximo. Eso es mucho. Primero, todos estimábamos un crecimiento que superaba el 6% y, según los meses corrían, nos hemos acostumbrado a manejar otro del 5%. Pues ni uno no otro. Ahora hablamos del 4,5%. Un palo muy gordo.

Lo segundo que conviene señalar es aún más grave. La OCDE cuelga el deterioro a los retrasos en la percha de dos factores. Uno, la debilidad del turismo no se puede achacar a nadie, pero la otra, los abultados retrasos en la canalización de las ayudas europeas, resulta inexplicable. ¿Cómo es posible que habiendo aprobado la UE las ayudas hace casi un año no hayamos sido capaces todavía de entregarlas a sus destinatarios. ¿Nos dejó exhaustos el caso Plus Ultra? Recordará que cuando volvió el presidente Sánchez de la cumbre europea en la que se fijaron y repartieron los 140.000 millones a percibir por España, sus compañeros de gabinete le obsequiaron con un aplauso atronador y un tanto impúdico. Pues ahora habría que dedicarle una sonora pitada por no ser capaz de entregarlo a sus destinatarios. Hemos fallado justo en lo fácil y en lo que estaba en nuestras manos. A lo largo de la pandemia, el Gobierno central no ha destacado por su capacidad de gestión. Más bien ha sido al contrario, pues el único acierto se encuentra en el proceso de vacunación, realmente exitoso, cuyo mérito hay que atribuirlo fundamentalmente a las comunidades autónomas, que son quienes lo han planificado y llevado a cabo. Pues ahora debemos apuntarle otro fracaso de gestión que no tiene explicación, si consideramos la necesidad que nos aprieta y el tiempo que transcurre.

¿Cuántas veces se nos ha dicho desde todas las instancias políticas y administrativas que los dineros europeos iban a solucionar todos los problemas, dado su ingente tamaño y su, al parecer, escasa condicionalidad? Pues eso. Hay dinero, pero no llega. Ya le digo, incomprensible.