Editorial, ABC, 20/6/11
Las diversas manifestaciones de «indignados» celebradas ayer en Madrid y otras ciudades contaron con un número de asistentes inferior al de otras concentraciones ciudadanas
LAS diversas manifestaciones de «indignados» celebradas ayer en Madrid y otras ciudades contaron con un número de asistentes inferior al de otras concentraciones ciudadanas. Sin embargo, el Gobierno parece guardar especial deferencia hacia estos grupos minoritarios que han ocupado ilegalmente y durante semanas los espacios públicos y que, en casos bien conocidos, han planteado desafíos violentos a las instituciones democráticas. Esta vez no se produjeron incidentes, hecho que hay que celebrar habida cuenta de los precedentes y propósito en el que los «indignados» deberían perseverar si no quieren que la violencia termine por engullir a todo el movimiento. Mientras Zapatero mira para otro lado, el «candidato» Rubalcaba antepone su interés partidista a las obligaciones que le incumben como vicepresidente y ministro del Interior de cumplir y hacer cumplir las leyes. No es descartable que un clima de tensión social pueda favorecer al PSOE ante las próximas elecciones y, por si acaso, siguen abiertos los puentes hacia los «indignados», como demostraron ayer las declaraciones de Carme Chacón.
Existe, sin duda, un malestar social y una inquietud en favor de la regeneración de la vida pública, con propuestas serias y coherentes sobre posibles reformas electorales o institucionales. En cambio, los ocupantes de Sol y otras plazas, incluso cuando consiguen aislar a los violentos, se limitan a fórmulas que no conducen a ningún sitio, como el griterío contra el capitalismo o a favor de la huelga general. Unos cientos de acampadas o unos miles de manifestantes no pueden suplantar en ningún caso la voluntad expresada pacíficamente en las urnas por muchos millones de ciudadanos.
Editorial, ABC, 20/6/11