Kepa Aulestia-El Correo
El eslogan más sorprendente de esta campaña es el de EH Bildu. ‘Egiteko prest’. Prestos a hacer o dispuestos. A ciegas, hubiese sido imposible atribuir el lema electoral a la izquierda abertzale. Demasiado críptico, equívoco, intercambiable con cualquier otra formación. Ni siquiera parece un eslogan de campaña. Como si al anuncio le faltase esa referencia a añadir en la recta final. Nada será igual que antes de la Covid-19. El aserto se convirtió en lugar común al percatarnos de que el confinamiento no iba a durar solo un par de semanas. El eslogan de EH Bildu parecería la consecuencia de una mutación experimentada en la desescalada, si no estuviera insistentemente acompañado de guiños que reivindican el terrorismo pasado mediante el homenaje continuo a sus actores presos, y evitando enfrentarse a quienes en precampaña emularon la ‘violencia de persecución’ con ataques a sedes de partidos y al domicilio de la candidata socialista.
La pandemia era una gran oportunidad para que la izquierda abertzale terminara de blanquearse. Una calamidad así, sin precedentes, contribuye a hacer olvidar episodios y culpas pretéritas. Hasta el ‘Egiteko prest’ parecía un hallazgo feliz para EH Bildu. Pero sus adláteres no podían dejar pasar los Sanfermines sin recordar al condenado por el asesinato del edil de UPN Tomás Caballero. Mientras el señalamiento de Felipe González a cuenta de los GAL permitía a sus dirigentes ‘devolvérsela’ a los socialistas. Arnaldo Otegi ha calificado de «ciencia ficción» la posibilidad de una alianza de izquierdas alternativa a la entente entre PNV y PSE. Lo es, ciertamente. Y no parece que el coronavirus sea la causa más propicia para facilitar la gobernación de Euskadi prescindiendo de los jeltzales.
La izquierda abertzale se jacta de haber renunciado a las armas mediante un giro estratégico que, según cuenta, le abrió paso a una nueva fase histórica. Más difícil será que algún día Sortu opere un segundo giro por el que se desentienda de su pasado. Quizá no hiciese falta que lo condenase; bastaría con que evitara hacerlo revivir de manera hiriente. Aunque la barrera que le separa de optar por una alianza de izquierdas no es solo la aversión que sienten los socialistas a entenderse hasta ese punto con EH Bildu. Tal hipótesis es «ciencia ficción» y lo seguirá siendo mientras el PNV continúe primero en el ranking partidario. La ‘nueva normalidad’ descarta -quizá definitivamente- un pacto soberanista entre los jeltzales y la izquierda abertzale; aunque se limitase a la reforma del Estatuto. Pero despeja aún más el horizonte al nacionalismo gobernante. Porque ni la izquierda abertzale ni los socialistas se atreverán a desbancar al PNV sin que medie una derrota electoral.