PEPA BUENO-EL PAÍS

  • El Gobierno tiene la obligación de tratar como adulto a un público que ha pasado página del otoño de 2017 pero no ha olvidado

El ministro de Justicia pide naturalidad para abordar el debate de los posibles indultos a los presos del procés. Hay que tomarle la palabra. Y al primero que le es exigible esa naturalidad es al Gobierno. Naturalidad entendida como transparencia y obligación de tratar como adulto a un público que ha pasado página del otoño de 2017 pero no ha olvidado. Es muy reciente y están demasiado presentes algunas de sus consecuencias, como el crecimiento de Vox.

La pandemia ha reordenado las prioridades de la mayoría. Y hay que sumar el fracaso de la vía unilateral, la descomposición postconvergente, la ligera primacía de ERC y la recuperada fortaleza del PSC para concluir que, efectivamente, estamos en un tiempo nuevo que merece ofrecer a Cataluña la oportunidad de escapar del callejón sin salida en el que la han metido los dirigentes independentistas. La personalidad de Pere Aragonès, y su trayectoria de político profesional de largo recorrido, permiten albergar también esperanzas de que devolverá a la institución que representa la dignidad y la centralidad que arrasaron sus antecesores inmediatos. Queda por comprobar si “culminar la independencia”, como prometió en su discurso de investidura, es algo más que un deseo legítimo que no puede materializarse machacando los derechos políticos de la mitad de los catalanes, envenenando la convivencia y obviando los problemas de gestión del día a día. Y si soporta el marcaje al que van a someterlo sus compañeros de Gobierno de coalición para que no consolide la ventaja.

El Gobierno central tiene la obligación de buscar y facilitar esa salida del laberinto para Cataluña. Y puede sopesar que un indulto parcial que saque a los presos a la calle es un buen primer paso. Pero tiene que explicarlo. No puede pretender que “naturalidad” signifique abordar el debate público de estos indultos como si fueran los que solicitan las cofradías de Semana Santa, por más que técnicamente les sean aplicables en la misma medida. Si los concede, va a necesitar valentía política y claridad. A su electorado le será más fácil asumir un gesto que busca mirar al futuro que una cesión vergonzante disfrazada con lenguaje de madera.

El mayor error será ir a la defensiva en este asunto. Porque el estruendo político de la oposición lo tiene garantizado, haga lo que haga. Si no son los indultos, será la mesa del diálogo.