César Vidal, LA RAZÓN, 6/10/11
En medio de este maremágnum en el que vivimos y donde lo mismo un directivo de una caja quebrada se prejubila con siete millones de euros que la televisión autonómica de Castilla-La Mancha en lugar de cerrar decide abrir extensiones en el Extremo Oriente, yo soy el primero en reconocer que resulta difícil mantener la cabeza fría. En ello me esfuerzo yo a diario siquiera porque no están los tiempos para distraerse. Precisamente, con la firme voluntad de no dejarme desviar de un análisis de la realidad lo más ajustado a la verdad he terminado por reparar en una extrañísima circunstancia. Me refiero a la inefable, inmarcesible, inexplicable tranquilidad de ETA en relación con las próximas elecciones. De entrada, con una victoria del PP que tirios y troyanos preconizan y con los antecedentes de lo que eso puede significar, lo normal sería que los asesinos de la serpiente y el hacha anduvieran siquiera un tanto inquietos. Nada más lejos de la realidad. Se les ve alegres, felices y, sobre todo, rebosantes de seguridad. «Nunca han conseguido tanto…», objetará alguno para intentar explicar el cuando menos peculiar panorama, pero esa circunstancia aún aumenta más si cabe mi perplejidad. Precisamente porque nunca han tenido tanto la perspectiva de una victoria del PP debería provocarles una cierta desazón y, desde luego, no es el caso. «Piensan que lo que han ganado es irreversible», insistirá un tercero. Pues no. Precisamente ETA sabe que, en teoría, todo puede volver a la primera casilla como en el juego de la Oca. Ésa fue, desde luego, su experiencia con Aznar que procedió a ilegalizar a Batasuna, que la expulsó de las instituciones y que, llegado el caso, al estrangularla económicamente, la colocó contra las cuerdas. ¿De dónde viene, pues, ese sosiego beatífico? A decir verdad –y aceptaré cualquier sugerencia aparte– sólo se me ocurren dos posibilidades. La primera es que ETA confíe en que un Gobierno del PP le consolide las ganancias e incluso se las amplíe. Cómo ha podido llegar ETA a esa conclusión es algo que no alcanzo a entender, pero que podría quizá pasar por el hecho de que lo hablado en Loyola por los representantes de ZP, del PNV y de ETA es tan explosivo que los terroristas creen que un Gobierno del PP preferirá echar tierra sobre el asunto como ya pasó en la época de Aznar con los papeles del CESID. Un paso así en términos políticos y morales sería totalmente inaceptable siquiera por lo que significaría de abandono a las víctimas del terrorismo. Por añadidura, si Rajoy repitiera el error de Aznar, quizá lo haría movido por la mejor intención del mundo, pero estaría abriendo camino a cualquier desastre futuro. La segunda posibilidad es que ETA esté convencida de que, al fin y a la postre, el PP no va a ganar las elecciones del 20-N y que, por lo tanto, la senda que comenzó a surcar bajo la mirada complaciente de ZP va a continuar en la siguiente legislatura. Pero, llegados a esa posibilidad, yo me pregunto: ¿Por qué podría pensar ETA que el PP no va a ganar las próximas elecciones? Nuevamente lo ignoro, pero hay que reconocer que, por enésima vez, la tranquilidad de ETA es la inquietud de los que aman a España y la libertad.
César Vidal, LA RAZÓN, 6/10/11