Inmovilismo eficaz

EL CORREO 27/08/13
FLORENCIO DOMÍNGUEZ

En el País Vasco, criticar al Gobierno central por sus políticas antiterroristas es una costumbre inveterada, con mucha mayor antigüedad que algunas de las tradiciones locales que se celebran en la calle. Cuando el tiempo demuestra el acierto y la eficacia de algunas de esas políticas, por ejemplo la ilegalización de HB, nunca hay una rectificación de los críticos ni un reconocimiento del mérito ajeno.
Una de los reproches más asentados desde principios de los años noventa es la acusación de inmovilismo. Ser inmovilista ha sido pecado mortal en la política vasca. «Podemos equivocarnos, pero nunca caeremos en el inmovilismo», afirmaba el presidente del PNV, Xabier Arzalluz, en abril de 1992. Inmovilistas eran, generalmente, los gobiernos centrales y también, por supuesto, el PP, tanto si estaba en el poder como en la oposición. Incluso lo era el Pacto de Ajuria Enea, según Elkarri. El PNV lo era para la izquierda abertzale, a pesar de la filosofía de Arzalluz. Aquí nadie se ha librado de tener su cuarto de hora de inmovilismo y de ser señalado con el dedo por los partidarios del baile de San Vito.
Al actual Gobierno de Mariano Rajoy le ha caído también encima el reproche de inmovilista. Se dice que no está a la altura que requieren los nuevos tiempos porque no ha modificado la política penitenciaria ni ha querido ir a hablar con ETA y porque se limita a reclamar a la banda el desarme y la disolución sin condiciones. Se le critica, pero sin analizar los efectos de la política del Ejecutivo.
Ahora mismo, la negativa del Gobierno a secundar la hoja de ruta de la conferencia de Aiete se está traduciendo en nueva presión sobre ETA y en una situación incómoda para la banda. Los etarras sienten que, ante el rechazo del gabinete de Rajoy a hacer cambios, todas las miradas y presiones se dirigen hacia la propia ETA. Los verificadores y todos los partidos vascos, incluida la izquierda abertzale, le plantean a ETA nuevas exigencias, le reclaman pasos unilaterales y ponen sobre sus hombros la responsabilidad de la situación.
En ese contexto, la banda no tiene muchas opciones donde elegir. Desde 2009, las posiciones de firmeza del Estado han venido provocando tensiones entre ETA y Batasuna (ahora Sortu), pulsos internos en las filas de la izquierda abertzale que se han saldado siempre en contra de la banda terrorista. ETA ha tenido que ir dando pasos hasta llegar al anuncio del fin de la violencia. No quería hacer esos movimientos, pero no ha tenido más remedio que aceptarlos a causa de la firmeza de los gobiernos. Ellos le llaman inmovilismo, pero ha resultado ser un inmovilismo muy eficaz.