IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Como era de esperar, el nombramiento de Antonio Miguel Carmona como vicepresidente de Iberdrola España ha suscitado todo tipo de comentarios, la mayor parte de ellos críticos con la decisión y alguno incluso insultante, procedentes en su inmensa mayoría de los aledaños de los dos partidos que forman el Gobierno, de uno de los cuales, el PSOE, es militante. Todos le recuerdan a Carmona su pasado crítico con el sistema de ‘las puertas giratorias’ de las que ahora se presenta beneficiario.

No estoy de acuerdo, por más que me parece un nombramiento perfectamente inoportuno. Nos quejamos de manera permanente de la escasa calidad profesional de nuestros políticos, pero, a la vez, les exigimos que carezcan de pasado. ¿Se imagina el terremoto que suscitaría el nombramiento para un alto cargo del Ministerio de Transición Energética de un experto en la materia que hubiese trabajado en una compañía eléctrica? También le exigimos que renuncie a su futuro, y para muestra vea lo que le sucede hoy a Carmona. Y, mientras están en el cargo, les pagamos poco -al menos en comparación con las remuneraciones que se obtienen en el sector privado para responsabilidades similares- y les sometemos a un escrutinio permanente y a críticas sin cuento.

Ante ese panorama, ¿quién esperamos que se apunte a ocupar un cargo público? Pues solo puede resultar atractivo para alguien que carezca de alternativa para ganarse la vida o para funcionarios públicos que disfrutan de excedencias generosas que no conllevan menoscabo de sus carreras profesionales. Recuerde lo que tardó el expresidente Mariano Rajoy en ocupar el puesto de registrador en una plaza como Madrid, tras recuperar antes la de Santa Pola.

Así que una persona preparada y sensata como Carmona tiene perfecto derecho a ocupar cualquier puesto que le ofrezcan, y el haber tenido actividades políticas no deben oscurecer su currículum pasado ni dañar sus expectativas de futuro. El problema no está en la aceptación del puesto, sino en el ofrecimiento. ¿Es este el momento adecuado para nombrar en Iberdrola a una persona que ha sido tan relevante en el Partido Socialista y que ahora está enfrentado a sus líderes? ¿No había nadie con similar preparación, más aséptica y alejada de la trifulca política, que tanto daño está causando a la empresa? Si se considera que es la única o, cuando menos, la más adecuada para el cargo -cosa difícil de creer-, ¿no se podía haber esperado a que se calmasen las aguas y se retornara a la normalidad regulatoria?