Tonia Etxarri-El Correo
A medida que vamos conociendo los planes de los secesionistas catalanes violentos para alterar la convivencia en la jornada de reflexión -con intención de impedir, de paso, las votaciones el 10-N en los colegios donde puedan desplegarse-, aumenta la preocupación. La anomalía democrática que se vive en Cataluña influye en el estado de desasosiego político en todo el país. Genera intranquilidad y se agudiza un clima de desconfianza en buena parte de la población. La recepción de las nuevas papeletas electorales para el 10-N en Bizkaia con las candidaturas al Congreso y Senado provocó ayer una indisimulada inquietud, tal como publicó El CORREO. Están encabezadas con una fecha que podía generar confusión. Noviembre, 19. Que viene a ser el indicativo del mes y el año en el que nos toca volver a votar por cuarta vez. ¿No votamos el 10? Si pone el 19… ¿Valdrán estas papeletas o las anularán? Se trata de una fecha tan inconcreta como volátil. Mes de noviembre, año 2019. Aclarado.
El caso es que la suspicacia ante estas papeletas reflejan, sobre todo, el grado de desconfianza. Tal como está el ambiente, no nos fiamos ya ni de la sombra de los sobres de propaganda. Por eso urgía la aclaración de que son papeletas válidas. Una preocupación menos que nos sacudimos mientras seguimos pendientes de Cataluña, en donde se habla de posibles sabotajes a las urnas y votos fraudulentos con tanta normalidad como impotente estupefacción. Las tropas de los CDR y Tsunamis están convocando concentraciones intimidatorias para este fin de semana. Cuentan no solo con el beneplácito de Puigdemont y Quim Torra sino con su propio empuje. La Junta Electoral Provincial de Barcelona ya ha instado al presidente de la Generalitat a «garantizar» el voto libre en las elecciones en toda Cataluña. Pero el aludido habla del derecho a votar y el derecho de manifestación. Votar con presión en unas elecciones libres es totalitarismo puro.
Pero a la Generalitat insurreccional le va la marcha. Los independentistas ya demostraron, hace dos años, lo fácil que les resulta acceder a los colegios electorales cuando no hay previsiones policiales. El problema surge cuando nuestros representantes minimizan el atropello. La portavoz de la Generalitat no ha visto violencia. A la vicepresidenta Carmen Calvo le pareció que el acto de entrega de los premios Princesa de Girona transcurrió con normalidad (aplausos dentro; golpes y persecuciones a los invitados, fuera). Y Marlaska asegura que lo tiene todo controlado.