EL MUNDO 02/03/15
SANTIAGO GONZÁLEZ
Si Neruda hubiera escrito ahora su Tercera Residencia no habría asociado el nombre de España tanto a la pobreza como a la corrupción: «La corrupción era por España / como caballos llenos de humo / como piedras caídas del manantial de la desventura», etcétera. Ningún mal español es tan transversal como el que nos ocupa. ¡Y de verticalidad!: desde la altiva princesa (dicho sea sin ánimo de señalar) a la que pesca en ruin barca, desde el ático del presidente hasta el semisótano que a ustedes se les ocurra.
Es ya un asunto que tiene recorrido el ático marbellí del presidente de la Comunidad de Madrid, comprado por un testaferro profesional, que eso es una profesión y no la de periodista. Niño, ¿tú qué quieres ser de mayor? Yo, testaferro. No se me ocurre mejor respuesta desde que leí la de aquel personaje barojiano, el abad de la colegiata en El mayorazgo de Labraz, a quien le hacían la misma pregunta, y respondía: «Yo, cerdo», y cuando le preguntaban la razón, explicaba: «Para comerme las manos».
Bueno, pues el testaferro de nuestra historia se llama en el siglo Rudy Valner y adquirió un ático de 500 metros en Marbella mediante una sociedad constituida ad hoc días antes, Coast Investors, en Delaware. Luego suscribió un contrato de alquiler con el entonces vicepresidente y su mujer, aunque –sostiene la Policía– dicho contrato es ficticio y oculta el hecho de que González es el verdadero propietario y no la empresa de Valner.
La cuestión es que un informe de la Dirección General de la Policía al Juzgado de Instrucción nº 47 de Madrid sostiene que a finales de noviembre de 2011, nueve días después de las elecciones que llevaron al PP al Gobierno, el propietario/inquilino (táchese lo que no proceda) convocó una reunión con varios mandos policiales en una cafetería de la Puerta del Sol para pedirles que no trascendiera su condición de inquilino de una sociedad radicada en un paraíso fiscal.
Uno no acaba de ver el valor probatorio del testimonio del responsable de mantenimiento de la urbanización, ni siquiera la pertinencia de que figure en un informe policial un comadreo como éste: «Ante la pregunta de que si estaba de alquiler, respondió: ‘Eso dice él, pero el piso es suyo’», agrega la nota. «Al preguntarle por qué estaba tan seguro, dijo que no podía demostrarlo pero que se sabía por la forma de comportarse tanto él como su mujer».
Recuerden el centenar largo de portadas de los trajes de Camps. Total pa’na. Es un mal asunto para González, en puertas de las autonómicas de mayo. Los casos de corrupción sólo sirven para que se ajusten cuentas los candidatos y se provean de argumentarios de campaña, pero nunca para que los implicados hagan propósito de la enmienda. Ya verán qué jugo le va sacar a esto Tania Vaciamadrid.