EL MUNDO – 05/08/15 – SANTIAGO GONZÁLEZ
· Artur Mas se coronó el lunes como el insaculatio praecox de la democracia española, dicho sea con perdón, después de haber interrumpido por segunda vez una legislatura. Esto no lo escribo para restarle méritos, sino, muy al contrario, para destacar que el president es un hombre muy celoso de su tiempo y trata de sacarle el máximo partido, en lugar de perderlo en prolegómenos.
También podría ser que Mas, el astut, se inspirase en la estrategia de la tortuga que nunca se dejaba alcanzar por Aquiles, el de los pies ligeros, gracias a la aporía de Zenón de Elea y a su truco de acortar las distancias. Esto me lo explicaron en Matemáticas para ilustrar el concepto de límite en el cálculo infinitesimal, aunque yo no sé si bastaría por sí mismo para considerar límite a este hombre.
La foto de Mas en el momento de firmar el decreto era un acto legal que escondía debajo la intención sediciosa. «Respetamos la forma legal, pero el fondo será diferente», dijo el portento, en una definición canónica del fraude de ley. Quizá en el momento de la firma, el president tenía en el recuerdo la imagen de su antecesor Companys en su proclama del 6 de octubre del 34 desde el balcón de aquella misma casa. La gesta duró 10 horas –qué grande el general Batet–, pero aquella farsa sólo puede ser vista hoy como tragedia por el fusilamiento de su protagonista ya en el franquismo y por la ridiculez intrínseca de esta secuela y sus protagonistas principales.
A lo largo de sus legislaturas interruptas, Mas ha conseguido romper una coalición que había gobernado Cataluña durante 28 años, ha fracturado a la sociedad, ha violentado la Constitución, ha desobedecido sentencias y ha dado pruebas de su incapacidad al perder apoyo electoral en cada nueva convocatoria y de su total ausencia de sentido del ridículo, camuflándose en el cuarto puesto de la lista, después de ¡Romeva, Forcadell y Casals! La tragedia de un hombre ridículo, tituló Bertolucci una película suya, casi olvidada injustamente. Desde hace años, al mirar a Mas se me aparece la cara se su protagonista, el gran Ugo Tognazzi. Si será inane que después de pactar con Zapatero la jubilación de Maragall y su sustitución por Montilla, también se dejó madrugar por éste la Generalitat.
Dicen Mas y los suyos que el 27-S comienza la desconexión. Otro error. La desconexión había empezado unos años antes en un proceso que también es doble. El exterior es su desconexión con la realidad. En su interior, la de sus neuronas entre sí. De ahora en adelante, y teniendo en cuenta la experiencia catalana, las convocatorias de elecciones autonómicas para elegir parlamentarios y en segunda derivada, gobernantes, deberían incorporar aquellas advertencias disuasorias que solían incluir los anuncios de ofertas de empleo en la prensa de antes: «Abstenerse medianías».
EL MUNDO – 05/08/15 – SANTIAGO GONZÁLEZ