LIBERTAD DIGITAL 04/05/16
EDITORIAL
Naturalmente que «las campañas son para conseguir el mayor número de votos, para enfrentarnos a nuestros adversarios, y no para conseguir amigos entre nuestros competidores», tal y como ha señalado Rajoy a puerta cerrada ante el Comité Ejecutivo del PP. Sin embargo, la lógica rivalidad, que se acentúa en campaña, no justifica la obsesión de Rajoy con Ciudadanos, ni que haga de esta formación la principal –por no decir única– destinataria de sus criticas. Sobre todo si se tiene en cuenta que es la más próxima a lo que se supone que todavía defiende el PP y la única que ha estado dispuesta a negociar con el partido de Rajoy una solución al bloqueo institucional que se registra desde el 20-D.
Albert Rivera ha asegurado que las descalificaciones y abucheos que ha recibido Ciudadanos por parte de la bancada popular en las escasas sesiones parlamentarias que se han vivido en esta brevísima legislatura no tienen parangón ni siquiera con el hostigamiento nacionalista a la formación naranja en el Parlamento autonómico de Cataluña. Eso por no hablar de los ataques ad hominem que el PP ha dirigido contra algunos dirigentes de Ciudadanos, como Juan Carlos Girauta, que muestran hasta qué punto de insensatez llegan los secuaces de Rajoy, que hasta utilizan la militancia en el PP como elemento acusatorio contra un rival.
Ya podrá Rajoy sacarse de la manga eso de que Rivera le considera «un obstáculo para sus particulares objetivos políticos», que lo cierto es que es Rajoy quien parece considerar a Rivera un obstáculo para los suyos, a pesar de que Ciudadanos es la única formación que ha estado y sigue estando dispuesta a tender la mano al PP. Rajoy podrá ser una calamidad para España y para su propio partido, pero su desempeño en el Gobierno y en el propio PP ha favorecido como casi ninguna otra cosa el despegue de Ciudadanos. Rajoy podrá lamentar que muchos de sus antiguos votantes se hayan refugiado en Ciudadanos, pero de eso los únicos culpables son él y los que como él han hecho del PP un partido irreconocible para tanta gente.
Ha sido Rajoy, y no Rivera, quien, por satisfacer precisamente sus «particulares objetivos», ha sumado sus votos a los de Podemos y los separatistas contra el plan de Pedro Sánchez de formar Gobierno sin el concurso de esas formaciones extremistas y antisistema. Tampoco es Rivera el responsable de que el PP siga teniendo como candidato al presidente peor valorado de toda la democracia.
Rajoy somete al PP a sus «particulares objetivos» y se empecina en reclamar que el próximo presidente sea el candidato de la lista más votada, pero en una democracia parlamentaria como la española el que se hace con el Gobierno es quien obtiene más apoyos parlamentarios. Rajoy no fue capaz de conseguirlo tras el 20-D, y es harto dudoso que pueda conseguirlo el 26-J arremetiendo contra el único partido que no acordona al PP, al que de hecho sostiene en numerosos municipios y comunidades autónomas.