IGNACIO CAMACHO-ABC

  • En el agitado segmento del voto femenino se ventila buena parte de las posibilidades de supervivencia del sanchismo

El PSOE no es sólo el partido que más votan las mujeres, sino el que cuenta entre sus votantes con mayor porcentaje femenino. El dato explica la relevancia del debate que agita la cohesión del Gobierno con un grado de tensión nunca visto: en ese nicho electoral se ventila buena parte de las posibilidades de supervivencia del sanchismo. La ley del ‘sí es sí’, la de transexualidad y el escándalo del ‘Bernigate’, con su sórdida trastienda de «chochos voladores» y prostíbulos, se han convertido en tres pedradas cuyo impacto ha roto por otros tantos sitios el escaparate feminista de la formación, obligada a abordar la simbólica semana del 8 de marzo en un estado crítico. En ese contexto, las rebajas de penas a los agresores sexuales y la consiguiente urgencia de un parche jurídico sitúan a los socialistas en un trance decisivo que por primera vez pone en verdadero peligro la unidad del Ejecutivo.

La necesidad de encontrar un tapón para cerrar el agujero legal por donde los violadores escapan a cientos ha puesto a Sánchez en la tesitura de elegir si salir corneado por el pitón derecho o por el izquierdo. Echarse sobre el primero significa aceptar la humillación de un consenso con el PP y Vox nada menos, que le esperan condescendientes con los brazos abiertos, y escoger el segundo supone entregarse al maximalismo exigente de Podemos y ceder a la presión ordenada por Iglesias y ejercida por Irene Montero. El líder ‘emérito’ de UP se ha parapetado en el burladero de la intransigencia para asentar el apoyo de sus seguidores más irredentos, los que creen que todo es una conspiración de jueces fascistas aferrados a su posición de privilegio. Le va bien con eso porque mete a su socio el miedo a parecer descolgado del principio del consentimiento, y además lo intimida con apretar la tuerca del ‘Tito Berni’ si no se pliega a su criterio. Quizá en el fondo ande buscando un pretexto para romper el acuerdo.

La ocurrencia de la ley de paridad tiene poca enjundia para sacar al presidente del atolladero. De Moncloa han salido promesas clientelares más eficaces, pero formar parte de los consejos de administración, las listas parlamentarias o los jurados de premios oficiales no parece un horizonte aspiracional que la mayoría de las mujeres españolas contemple a su alcance. El entorno sanchista ha perdido la iniciativa y el hilo de su muy apreciado ‘relato’, y contempla con franca preocupación las dificultades para recuperarlo de manos de unos aliados cada vez más decididos a ejercer también de adversarios. El insomnio ahora es cierto, aunque haya llegado con retraso, justo cuando las urnas emiten destellos de descalabro, amenazas creíbles a corto plazo. Esta coalición no acaba de dar con la tecla de la efeméride feminista que tanto le complicó la vida, pandemia mediante, hace tres años. Pero quizá nunca imaginó que la podía celebrar a garrotazos.