Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 16/5/12
¿Qué rumbo puede haber seguro cuando hasta los escollos van a la deriva? Esta inquietante aunque realista reflexión, que tomo de una antigua viñeta de El Roto, genial como todas las que salen de su pluma, expresa mejor que lo han hecho la mayoría de los economistas y políticos el enorme desafío que supone luchar contra la actual crisis económica.
Y ello porque no existen hoy medidas que tengan asegurado el acierto de antemano, dado que el escenario en que se adoptan cambia a diario y lo hace en función de variables incontrolables para quienes deciden en el interior de cada Estado. De este modo, lo que ahora parece acertado resulta luego discutible y lo que se prevé que producirá unos efectos puede generar justamente los contrarios.
En una coyuntura política y económica tan imprevisible, hay, por eso, que agarrarse a algunas certezas de las que cabría deducir la necesidad de un cambio en la actitud de los principales actores de la política española: los partidos.
Las certezas son palmarias: que varios de los grandes problemas a los que nos enfrentamos (el paro, la reducción del déficit y la reforma financiera) serían más manejables si los Gobiernos de Zapatero hubieran adoptado en su día decisiones que son ahora, por tardías, más costosas y complejas; que ello no exime al Gobierno de Rajoy de sus responsabilidades como principal impulsor de la dirección política estatal; y que -a salvo de que la victoria de Hollande y las derrotas de Merkel puedan originar cambios en la política europea- las tareas de nuestro Ejecutivo serían las mismas si en lugar de gobernar Rajoy lo hiciese Rubalcaba.
¿Qué cambio cabe deducir de tales evidencias? Pues el que afecta a la actitud de los partidos, que no pueden actuar en el presente escenario como lo han venido haciendo cuando España podía tomar libremente sus propias decisiones: pensando solo en sus particulares intereses.
No se trata, por supuesto, de que los partidos cierren todos sus ámbitos de competición electoral, pero sí de que, a la vista de la situación de emergencia y falta de autonomía que sufrimos, lleguen a acuerdos esenciales en relación con las grandes líneas de la política económica, acuerdos susceptibles de generar una confianza interna y exterior que resulta hoy indispensable para empezar a superar los efectos de la crisis.
El acuerdo entre los partidos -y especialmente entre el PSOE y el PP- no será suficiente, pues los escollos a sortear van, en efecto, a la deriva. Pero sin él las posibilidades de acabar encallando se multiplican de forma exponencial. Faltan tres años y ocho meses para las próximas elecciones generales. ¿Alguien cree, de verdad, que, tal como está el país, seremos capaces de aguantar todo ese tiempo con un constante duelo a garrotazos entre los dos grandes partidos españoles?
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 16/5/12