Intereses interpretativos

MAITE PAGAZAURTUNDÚA, EL CORREO 28/01/13

· Las dos palabras que coronan –es un decir– estas líneas las escuché en directo. Intereses interpretativos. Estaba siguiendo una sesión de control parlamentario por televisión en una cadena de noticias especializada. El portavoz de una de las grandes fuerzas nacionales acababa de desdecirse sobre algo que había defendido su grupo hasta poco tiempo antes. ¡Ah! El lector avezado pensará que se trata de cualquier sesión parlamentaria regional o nacional de ahora mismo, lo mismo da que sea sobre tema económico, que sobre terrorismo. No. La cadena de noticias especializada ya chapó. Permítanme un paréntesis. Lo cierto es que el que más se lucía llevando el negocio desde las inversiones megalómanas hasta el desastre de la cadena –y del grupo de noticias– se lamentaba, criatura, hace tres meses, porque había perdido, en la bolsa, millones de euros del montón que fue amasando desde los años de la Transición democrática. ¡Qué hombre! Un personaje que protagonizó magistrales mutaciones desde el franquismo para pillar, una a una, cada ola de poder y dinero. Se trataría de un caso escueto pero arquetípico de aplicación individual del binomio: intereses interpretativos, pero dejémoslo estar.

Regresamos al Parlamento nacional. El portavoz era un señor que no tenía costumbre de acudir a la grosería y le costaba utilizar las herramientas habituales de la maledicencia o de la descalificación para protegerse de las críticas de la bancada contraria. Por eso también solían calificarlo por los bajinis como soso. Su señoría dijo: «Los grupos políticos tienen intereses interpretativos». Apunté la frase y la guardé, pero no acaparó la atención de los titulares de los periódicos. Es cierto que los ciudadanos entonces eran más conformistas con las formaciones a las que confiaban su voto y sentían que el gobierno de las cosas públicas no les competía, porque los presupuestos públicos no les habían de fallar nunca. Y también es cierto que había más ciudadanos entonces que seguían los colores de su equipo político de forma un poco simplona, justificando siempre a los suyos y sintiendo su propio orgullo herido ante las bravatas contrarias.

Yo no recuerdo que mudase el gesto al pronunciar la frase que encierra la falta de valores que nos iba trayendo inadvertidamente a estos tiempos. El ciego que cazó al Lazarillo comiendo las uvas de tres en tres, porque le toleraba que él las comiera de dos en dos, no imaginaba que ahora mismo le habrían respondido que el pacto de las uvas tenía intereses interpretativos. Han convertido el país en un barrizal.

MAITE PAGAZAURTUNDÚA, EL CORREO 28/01/13