RAÚL DEL POZO-EL MUNDO
Escribió Voltaire que los egipcios y los judíos designaban a los reyes y a los jefes del pueblo con la palabra «cabrón». Lutero, como el diablo, era hijo de un macho cabrío. En el aquelarre del tabernáculo de San Jerónimo, durante la semana de expiación, se enfrentaron dos machos cabríos con los cuernos en forma de lira; uno de ellos tenía que hacer de chivo expiatorio y ser enviado al desierto. Le tocó a Pablo Iglesias.
La democracia no ha sabido absorber una fuerza antisistema. Los socialistas no cambiaron de opinión respecto a sus presuntos socios en 80 días: siempre pensaron que era peligroso pactar un Gobierno con Podemos, que está contra la Monarquía y a favor del referéndum de autodeterminación.
Pedro Sánchez nunca quiso compartir el poder con Pablo Iglesias. Sus ministros y fontaneros fueron los que más excusas y trampas desplegaron para que fracasara la investidura. O no la permitía el ego de Sánchez o no la aguantaba el sistema. Escribe Daniel Bernabé: «El problema no es que Unidas Podemos sean radicales de izquierdas, es que el sistema económico y político de España se ha radicalizado de forma brutal hacia el neoliberalismo. Y quien ponga en cuestión levemente alguno de sus preceptos privatizadores será laminado de todas formas».
Ahora acusarán a Pablo Iglesias de hereje, traidor, truhan y culpable de que no haya en España un Gobierno de izquierdas, pero fueron los socialistas los que cayeron en la cuenta de que el viaje con la extrema izquierda sería turbulento. Querían un Gobierno monocolor con pactos de legislatura; ni siquiera pensaron en un Gobierno a la portuguesa. Ahora ya descartan el Gobierno de coalición y pedirán la mano de las derechas; pero éstas han leído el fracaso de la investidura como una señal para orquestar su venganza.
La opinión pública tiene mas fuerza que los aparatos de los partidos y nadie sabe cómo va a reaccionar ante este disparate político. Si se convocaran nuevas elecciones, es posible que el PSOE lograra algunos escaños más, pero serían insuficientes para un Gobierno monocolor. Se desmovilizaría la izquierda y se excitaría la derecha. Pedro Sánchez ha perdido en cuatro sesiones de investidura y sólo ganó la moción de censura para echar a Mariano Rajoy, pero no ha querido tener los mismos socios que tuvo en aquella ocasión y les ha tomado el pelo.
Lo ha dicho con ingenio un portavoz de Podemos: «Nos ofrecieron tres cajas envueltas en un lazo, que aparentemente eran bonitas, pero cuando las abrías no tenían nada dentro, estaban vacías». Y Pablo Echenique, el negociador, ha asegurado: «Se nos ofrecían sillones, no competencias».